14
de octubre de 2013 -
Gracias, Erich Priebke. Que quede claro: se
trata de una paradoja, aunque absolutamente
sincera. Gracias por la
entrevista-testamento que usted, Erich
Priebke, nos dejó antes de morir.
Gracias porque nunca volveremos a leer, como
hombres contemporáneos y a casi setenta años
de la caída del nazismo y del suicidio de
Hitler, un texto escrito en nuestros días
por un protagonista de aquella época,
intelectual y moralmente intacto.
Lo
que desde hace tiempo es historia, en esos
renglones se convierte en la tragedia de
nuestro nuevo siglo. Gracias por
recordarnos, por si hubiese sido necesario,
el horror de la delirante ideología nazi, su
intrínseca cobardía y el absurdo
antisemitismo que alimentaba sus raíces. Por
habernos indicado el horrible origen de ese
negacionismo que
sigue apareciendo en nuestros días. Gracias
porque leer hoy, en 2013, que las cámaras de
gas de los campos de concentración nazis
«son una falsificación desvergonzada», que
el holocausto es «propaganda de los
vencedores de la Segunda Guerra Mundial para
encubrir sus crímenes», que los Judíos
«habían acumulado inmensas cantidades de
capital, mientras que la mayoría de la
población alemana vivía en extrema pobreza»
significa poder ofrecer a nuestros hijos y a
nuestros nietos un retrato
extraordinariamente preciso de los que
creyeron firmemente en el proyecto nazi y en
su inmunda e inmoral convicción destructiva.
Y
sobre todo, gracias por explicar cómo y por
qué un verdugo nazi siempre será un verdugo
nazi, incluso a los cien años y a un paso de
la muerte: «La fidelidad a nuestro pasado es
algo que también tiene que ver con nuestras
creencias. Esta es mi forma de ver el mundo,
mis ideales, lo que para nosotros alemanes
fue la Weltanschauung y todavía tiene que
ver con el sentido de amor propio y del
honor». Gracias por una frase suya en
particular («las nuevas generaciones han
sido sometidas, a partir de la escuela, a un
lavado de cerebro») que refuerza nuestra
convicción de la importancia de cultivar la
memoria, hacer que cobre vida ante los ojos
de las nuevas generaciones y llevar a
nuestros jóvenes a los campos de
concentración nazis. Esto sí, Erich Priebke,
es para nosotros un motivo de amor propio y
de honor.
(paolo conti / corriere.it / puntodincontro.mx
/ traducción al español de
massimo barzizza)
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