Pinocchio visto da Enrico Mazzanti, il primo illustratore del burattino. Firenze, 1883.

2 agosto 2011. - «"Oh babbo mio! se tu fossi qui!..." E non ebbe fiato per dir altro. Chiuse gli occhi, aprì la bocca, stirò le gambe e, dato un grande scrollone, rimase lì come intirizzito.» Sono le ultime righe del 15° capitolo de Le avventure di Pinocchio. Storia di un burattino di Carlo Collodi, romanzo a puntate pubblicato a Firenze nel 1881 su Il giornale dei bambini. Nelle intenzioni dell’autore, dovevano anche essere le ultime parole del romanzo: il burattino moriva impiccato alla Grande Quercia dagli Assassini, cioè dal Gatto e dalla Volpe che volevano impadronirsi delle monete d’oro date a Pinocchio dal burattinaio Mangiafuoco. Fu solo per le lettere inviate al giornale dai bambini disperati e, immaginiamo, per le pressioni degli editori, che Collodi cambiò idea e diede al romanzo il seguito che tutti conoscono, dall’incontro con la fatina dai capelli turchini fino alla fuga nel Paese dei Balocchi e poi alla definitiva trasformazione in bambino (buono).

COSTRIZIONI - Ogni tanto capita che uno scrittore cambi idea per strada o sia costretto a farlo. Anche a Evan Hunter, lo scrittore americano morto nel 2005 che con lo pseudonimo di Ed Mc Bain diede vita al ciclo di romanzi gialli sull’87° distretto di polizia, successe la stessa cosa. Nel terzo romanzo della saga (Uno spacciatore per l'87°) aveva fatto morire il detective Steve Carella, ferito da un pusher mentre stava indagando su un giro di droga. Nella sua testa la serie non aveva un eroe tradizionale, ma un protagonista collettivo, appunto la squadra investigativa del distretto. Ma Carella, con la moglie bellissima e sordomuta Teddy, era già diventato un beniamino del pubblico e Mc Bain fu costretto a cambiare il finale salvando Carella (che alla fine è sopravvissuto al suo autore).
 

(corriere.it / puntodincontro)

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2 de agosto de 2011. - «"¡Oh, querido padre, si tú estuvieras aquí! ..." y no tuvo aliento para decir más. Cerró los ojos, abrió la boca, estiró las piernas y, después de una gran sacudida, se quedó como adormecido». Son las últimas líneas del capítulo 15 de Las aventuras de Pinocho, historia de un títere, de Carlo Collodi, novela en capítulos publicada en Florencia en 1881 en "Il Giornale dei Bambini" (la Revista de los niños). En las intenciones del autor, estas también tenían que ser las últimas palabras de la novela: el títere moría ahorcado, colgado en el Gran Encino por sus asesinos, es decir, el Gato y el Zorro que querían apoderarse de las monedas de oro que el protagonista había recibido del titiritero Comefuego. Las cartas enviadas al periódico por los niños desesperados y, nos imaginamos, las presiones de los editores, provocaron que Collodi cambiara de opinión y de ahí surgió la novela que todos conocemos: el encuentro con la bella niña de los cabellos turquesa para escapar de la tierra de los juguetes y la transformación final en un niño (bueno).

De vez en cuando sucede que un escritor cambie de opinión a lo largo del camino o se vea obligado a hacerlo. Incluso a Evan Hunter —el escritor estadounidense que murió en 2005 y que bajo el seudónimo de Ed Mc Bain dio vida al ciclo de novelas sobre el distrito 87 de la Policía— sucedió lo mismo. En la tercera novela de la saga (Un traficante de drogas para el 87) había relatado la muerte del detective Steve Carella, herido mientras que investigaba una red de narcotráfico. En su mente, la serie no tendría un héroe tradicional, sino un protagonista colectivo: el equipo de investigación del distrito. Pero Carella, con su bellísima y sordomuda esposa Teddy, se había convertido en el favorito del público y Bain Mc se vio obligado a cambiar el final para salvarlo (el personaje, finalmente, sobrevivió a su autor).

(corriere.it / puntodincontro)

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