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5 novembre 2012 - «La Calaca!»
hanno gridato insieme 154 persone, uomini e donne, di diverse età, fradici
fino all'ultimo angolo dei loro corpi nudi, al termine della produzione
Espíritus (Spiriti), dell'artista newyorkese Spencer Tunick, con la quale ha
chiuso la prima edizione del Festival della Calaca, che si è tenuto a San
Miguel de Allende —nello Stato messicano di Guanajuato— dal primo al 4
novembre.
Né il freddo né la pioggia insistente, iniziata da sabato sera, hanno potuto
frenare il montaggio dello scenario progettato inizialmente per le 300
persone che si erano iscritte. Ne sono arrivate, però, solo la metà, poi
trasferitesi alla zona rurale Los Senderos, dove a partire dalle ore
14 era stata organizzata una giornata campale che non si è potuta
realizzare: gli scrosci intermittenti hanno costretto i partecipanti a
cercare rifugio in un ristorante del posto.
Fuori, sotto i tendoni, si sedevano poco a poco i partecipanti. Luis, un
sociologo 36enne di Città del Messico, ha parlato dell'emozione che gli
provocava partecipare di nuovo ad un progetto di Tunick, come fece per la
foto del 6 maggio 2007 nel Zocalo della capitale messicana.
«È stato come guardarci allo
specchio, vederci come realmente siamo, al di là del fisico o del ceto
sociale», ha detto. I partecipanti
sono stati invitati a raggiungere la zona de Los Senderos alle ore
14, ma nessuno sapeva esattemente a che ora sarebbero cominciati gli scatti,
anche se fin dall'inizio Tunick aveva avvertito che sarebbe stato al
crepuscolo.
Coperte pesanti color beige sonos state distrubuite fra i partecipanti per
mantenerli al caldo.
Alla fine, si è deciso di spostarsi verso la boscaglia. Alle 17,04 un
piccolo gruppo di giornalisti venuti a coprire l'evento è stato invitato a
muoversi a un lato, sotto la pioggia che non è poi più cessata. Da un
trespolo Tunick dava indicazioni.
Verso le 17:30, i modelli sono arrivati coperti da lenzuoli bianchi e
trasparenti, che —però— a causa della pioggia non svolazzavano come
previsto. Nel frattempo, Tunick e il suo team non smettevano di dare
istruzioni. Per un primo scatto, i partecipanti sono stati distribuiti in
fila lungo il campo.
Per la seconda foto l'istruzione è stata: «Stendete
il tessuto di fronte al corpo e chiudete gli occhi, non sorridete. Ne
facciamo un'altra?» —ha chiesto Tunick,
e gli spiriti hanno risposto— «Sì, sì».
Poi, tutti hanno cominciato a dirigersi verso il monte.
«Un po' più in là... separatevi»,
erano gli ordini. All'improvviso, l'artista è corso giù, scivolando
sull'erba. Hanno avvicinato una scaletta, sulla quale è salito.
I partecipanti hanno cominciato ad accomodare i lenzuoli, mentre Tunick
gridava: «Dritti, fate veder le
tette!».
Tunick è salito di nuovo sulla scaletta er
scattare la foto, mentre un ombrello lo proteggeva dalla pioggia. «Cazzo!»,
ha esclamato qualcuno... A quel punto, la moglie del fotografo ha cominciato
ad aiutare a disporre i lenzuoli in modo adatto, dato che non si muovevano
come si sperava a causa dell'umidità dell'ambiente.
Tunick lavora il più rapidamente possibile,
perché, come aveva già affermato in occasioni precedenti, è preoccupato per
la salute e la comodità dei partecipanti, in questo caso a causa del freddo
e della pioggia. Mancavano cinque minuti alle sei quanto è stata data
l'istruzione: «Mani tese ai lati, chiudete gli occhi».
Alle 6 tutto era finito. I partecipanti, felici, hanno iniziato ad
abbandonare il campo. Purtroppo, non riuscivano a vestirsi. Si vedevano
corpi nudi correre sotto la pioggia, alla ricerca di un posto che gli
permettesse indossare di nuovo gli indumenti che si erano tolti qualche ora
prima. Compiuta l'operazione, i partecipanti hanno finalmente lasciato il
posto in mezzo al fango. Adesso, per loro, resta solo aspettare che
l'artista mandi per posta una foto firmata come ringraziamento.
(la jornada / puntodincontro)
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5 de noviembre de 2012 - «¡La calaca!»,
gritaron al unísono 154 personas, hombres y mujeres, de diferentes edades,
empapadas hasta el último rincón de su cuerpo desnudo, al final de su
participación, en la instalación Espíritus, del artista neoyorquino Spencer
Tunick, con la que se clausuró la primera edición del Festival de la Calaca,
que se llevó a cabo en esta ciudad del primero al 4 de noviembre.
Ni el frío, ni la pertinaz lluvia, que empezó desde el sábado en la noche,
detuvieron la instalación pensada al principio para las 300 personas, que
originalmente se inscribieron. Sin embargo, sólo la mitad llegó, para
después trasladarse al fraccionamiento Los Senderos, donde desde las
14 horas se había organizado un día de campo, sin embargo, la lluvia se
quitaba y volvía, y obligó a los asistentes a buscar refugio en un
restaurante del lugar.
Afuera y debajo de varias lonas, se fueron sentando los participantes. Luis,
sociólogo de 36 años procedente de la ciudad de México, habló de su emoción
de participar nuevamente en un proyecto de Tunick, ya que lo hizo para la
instalación masiva de desnudos realizado el 6 de mayo de 2007 en el Zócalo
capitalino.
«Fue como ver el espejo de nosotros
mismos, vernos tal cual somos, más allá del físico o la clase social»,
expresó. Los participantes fueron convocados en Los Senderos a las 14
horas, pero nadie sabía realmente a qué horas iba a realizarse la
instalación, aunque desde un principio Tunick dijo que sería al anochecer.
Los participantes recibieron gruesas cobijas color beige para mantenerse
calientes.
Finalmente, la instalación fue cambiada de lugar para realizarse a campo
abierto, en medio de la maleza. A las 17 horas con cuatro minutos un pequeño
grupo de medios de comunicación que acudió a cubrir la instalación fue
llevado a un costado del campo, debajo de la lluvia que ya nunca se quitó.
Desde una edificación en la propiedad se escuchaba a Tunick dando
instrucciones.
Cerca de las 17:30 horas, los participantes llegaron al campo con sus
respectivas telas blancas y transparentes que, por la lluvia, ya no fueron
vaporosas, como se tenía previsto. Mientras, Tunick y su equipo no cesaban
de dar instrucciones. Para una primera toma los participantes estuvieron
distribuidos en una extensa fila a lo largo el campo.
Para una segunda la instrucción fue: «Extiendan
la tela en frente del cuerpo y cierren los ojos, no sonrían. ¿Una más?»,
preguntó Tunick, y los espíritus contestaron: «Sí,
sí». Entonces, todos se adentraron
en el campo. Todos en el monte. «Más
para este lado. Sepárense», eran las
órdenes. En eso, bajó corriendo el artista, resbalándose. Acercaron una
escalera, Tunick subió.
Empezó el acomodo de telas, mientras gritaba: «Pónganse
derechos para ver las chichis».
Tunick se subió nuevamente a la escalera para sacar la foto, una sombrilla
lo protegía de la lluvia. ¡Cabrón!, se escuchó por allí. Para entonces, la
esposa de Tunick también ayudaba en el acomodo de las telas que no obedecían
como hubiera sucedido sin lluvia.
Tunick trabaja lo más rápido posible, porque como ha expresado en ocaciones
anteriores, le preocupa el bienestar de los participantes, tanto por el frío
como por la lluvia, en este caso. Faltaban cinco minutos para las seis de la
tarde y la instrucción fue: «Manos
extendidas a los lados; cierren los ojos».
A las 18 horas todo había acabado. Los participantes, jubilosos, empezaron
su retirada del campo. Desafortunadamente, no había condiciones para que se
vistieran. Se veían cuerpos desnudos correr por todos lados, bajo la lluvia,
buscando un lugar para vestirse. Cumplida la tarea, los participantes se
retiraban del lugar en medio del lodazal. Ahora, sólo falta que el artista
les haga llegar una fotografía firmada por él como agradecimiento por su
participación.
Inolvidable final de la primera edición Festival de la Calaca, en San Miguel
de Allende, Guanajuato.
(la jornada / puntodincontro) |
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