8 gennaio 2012 - Utilizzando la tecnologia e alcuni resti archeologici, i
membri dell'Istituto di Ricerca Estetica (IIE) dell'Università Nazionale
Autonoma del Messico (UNAM), hanno montato una mostra interattiva in cui
danno vita a "Tlaloc", dio pioggia, facendolo camminare accanto ai
visitatori della zona archeologica di Teotihuacan.
"I volti di Tlaloc in Mesoamerica" è il titolo di questa mostra la cui
principale artefice è la ricercatrice dell'IIE, Maria Elena Ruiz Gallut, che
—con il suo lavoro— è riuscita ad unire realtà virtuale e antiche rovine.
Ruiz Gallut afferma che la mostra è basata su
una costante, forse impercettibile, ma sempre presente come sfondo, che è il
suono dell'acqua che cade, il rombo del tuono e il suono della tempesta in
avvicinamento.
“Così, senza rendersene conto, il visitante viene immerso in tutto ciò che
ha a che fare con questo dio. Non abbiamo bisogno di documenti lunghi e
noiosi, già che tutto diventa un'esperienza sensoriale che appare davanti a
noi, suoni che raggiungono le nostre orecchie e che più che dare una
definizione suggeriscono ciò che questa divinità significava per i popoli
indigeni”
Tuttavia, ha rilevato, coloro che vogliono
informazioni più accademiche, mappe, numeri e date, possono
scaricarle sul cellulare via Bluetooth e chi desideri vedere un pezzo
archeologico da vicino e manipolarlo potrà utilizzare una qualsiasi delle
rappresentazioni 3D virtuali che sono state sviluppate per l'occasione.
“La tecnologia ci permette di prendere, per esempio,
un vaso e girarlo, inclinare e molte altre cose che non potremmo
fare non con l'oggetto originale. Abbiamo, inoltre, schermi 'multitouch'
con una mappa della Mesoamerica che mostra le rappresentazioni di
questo dio tipiche di ogni regione”.
"C'è perfino una stanza, dove il visitatore diventa Tlaloc e può farsi
fotografare così, come l'incarnazione del signore della pioggia, e caricare
l'immagine su Facebook, dato che la divinità ha esteso i suoi domini ai
social network".
Per rivelare ciò che si nasconde dietro il manto di pioggia di questa
divinità nahuatl, il gruppo di universitari dell'IIE ha installato, a
Teotihuacán, questa mostra che fa rivivere l'unica entità mitica che ha
raggiunto un obbiettivo a cui nessun altro dio o dea delle culture
mesoamericane è riuscito ad avvicinarsi: essere venerato per più di un
millennio, dalla giungla maya, sede del giaguaro, alle terre degli aztechi,
rifugio dell'aquila.
(milenio / puntodincontro)
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8 de enero de 2012 - Mediante el uso de la tecnología y de algunos
vestigios arqueológicos, integrantes del Instituto de Investigaciones
Estéticas (IIE) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),
montaron una exposición interactiva en la que le dan vida a “Tláloc”, dios
de la lluvia, que lo hace caminar al lado de los visitantes de la misma zona
arqueológica de Teotihuacán.
“Los rostros de Tláloc en Mesoamérica”, es el título de esta exposición
cuya autoría es encabezada por la investigadora del IIE, María Elena Ruiz
Gallut, que combina la realidad virtual y los vestigios milenarios.
Ruiz Gallut, manifestó que en la muestra hay una constante, quizá
imperceptible, pero siempre como telón de fondo, que es el sonido del agua
al caer, el retumbar de los truenos y el eco de tormentas que se aproximan.
“Así, sin darse cuenta, el paseante se impregna de todo lo que tiene que
ver con este dios. Aquí no necesitamos largos y aburridos cedularios, todo
es experiencia sensorial, imágenes que aparecen ante nosotros, ruidos que
llegan a nuestros oídos y que más que dar una definición sugieren qué
significó la deidad para los pueblos indígenas”, expuso.
No obstante, subrayó, aquel que desee información más académica, con
mapas, números y fechas, podrá descargarla en su celular vía “bluetooth”, y
quien desee ver de cerca alguna pieza y manipularla podrá usar alguna de las
representaciones virtuales en 3D que se desarrollaron para esta ocasión.
“La tecnología nos permite tomar, por ejemplo, una vasija, y rotarla,
inclinarla y muchas otras cosas que no podríamos con el objeto original.
Además tenemos pantallas ´multitouch´ con un mapa de Mesoamérica que muestra
las representaciones que se hicieron de este dios en cada región.
“Incluso -continuó-, hay una sala donde el visitante se transforma en
Tláloc y puede fotografiarse así, como el señor de la lluvia encarnado, y
subir la imagen a Facebook, pues la deidad ha ampliado sus dominios a las
redes sociales”.
Para revelar qué oculta este dios detrás de su manto de lluvia, este
grupo de universitarios instaló, en pleno Teotihuacán, esta exposición en la
que traen a la vida a la única entidad mítica que logró lo que ninguna otra,
ser venerada por más de un milenio, lo mismo en las selvas mayas, donde
habita el jaguar, que en tierras aztecas, refugio del águila.
“Esto nos da una idea de lo vasto de su influencia y de lo relevante de
este personaje, que en mucho definió cómo somos”, indicó la especialista y
agregó que con esta idea diseñaron esta exposición que permite un
acercamiento a esta deidad.
“Sin caer en exageraciones nunca antes se había montado algo parecido en
una zona arqueológica. Con la ayuda de la tecnología logramos que esta
deidad, literalmente, se nos aparezca, nos hable y nos guíe en un viaje a
través del tiempo y del espacio”, dijo.
A fin de cambiar los métodos pedagógicos de enseñanza básica, desde hace
cuatro años ella y su grupo se abocaron a diseñar una exposición que
rompiera con las ortodoxias y lugares comunes, y para ello se aferraron a
una idea, “Tláloc está vivo y camina por Teotihuacán”; tomaron esta frase en
su sentido más literal y, tras interpretarla, la llevaron hasta sus últimas
consecuencias.
El resultado del experimento, comentó, es una presentación interactiva
que, además de brindar al visitante experiencias muy diferentes a las que
tendría en algún otro museo, demuestra que Tláloc, más que pertenecer a un
pasado muerto y petrificado, es un ente que, por ser la deidad del suelo, la
vegetación y la fertilidad, remite a todo aquello que está vivo.
Los dominios de este dios, dijo la investigadora, son tan extensos que no
sólo comprenden toda Mesoamérica, sino que abarcan milenios. Esta deidad ya
estaba presente en este país antes del nacimiento de Cristo y era una
presencia dominante al momento en que los católicos pisaron por primera vez
tierra indígena.
Ollas, estatuillas y demás piezas dedicadas a Tláloc pueden encontrarse
de norte a sur de México; por ello, su grupo de colaboradores, entre los que
se encuentran historiadores de arte y arqueólogos, se ha dedicado a peinar
las bodegas arqueológicas del INAH.
“Hasta el momento llevamos más del 90 por ciento de los almacenes
revisados, lo que se traduce en más de mil 500 pieza catalogadas”.
De todo el panteón mesoamericano, Tláloc es la deidad más reconocible;
con tan sólo ver sus anteojeras, bigotera o colmillos sabemos inmediatamente
de quién se trata; sin embargo, el tiempo ha hecho que se olviden muchas de
sus características y se quede uno con apenas un puñado de sus atributos,
explicó Ruiz Gallut.
“Por ejemplo, es dios del agua, pero pocos saben que también lo es del
fuego, ya que él, al arrojar el rayo, enciende la yesca en llamas. Además,
aunque habita en el octavo de los 13 estratos celestes, también vive en el
inframundo y se oculta en las cuevas; de hecho, uno de los múltiples
significados de su nombre, además de ‘el que genera’, es ‘sendero largo bajo
la tierra’”.
Es esta traducción la que da una mejor idea de qué tan arraigado está
Tláloc a Teotihuacán. Incluso podría decirse que está, literalmente, en sus
basamentos, pues en la ciudad sagrada hay al menos dos caminos subterráneos
que, de alguna manera, son una representación del dios mismo: uno cruza la
Ciudadela, otro pasa justo debajo de la Pirámide del Sol.
Los antiguos aseguraban que Tláloc solía morar en grutas como aquéllas,
razón por la que los pobladores prehispánicos creían que el jaguar era una
de las formas que adoptaba esta deidad para merodear por la Tierra.
Se decía que este animal era un mensajero del inframundo por su costumbre
de habitar en lo más profundo de las cuevas; de hecho, el nombre náhuatl de
este felino es tepeyóllotl, el corazón de la montaña, concluyó.
(milenio / puntodincontro) |