La Pimpaccia
di Piazza Navona

Claudio Bosio ci racconta la storia
di Donna
Olimpia Pamphilj,
una delle protagoniste
della Roma del XVII secolo.

 

seconda parte.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. Ritratto di Papa Innocenzo X. Collezione Doria Pamphilj.

 

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11 ottobre 2011. - Va detto che Donna Olimpia sapeva intrallazzare assai bene, nel senso che era capace di "cavar denaro" dalle più svariate situazioni. Per esempio, a tempo perso, faceva da mecenate ad artisti del calibro del Bernini e del Borromini. In effetti, è grazie a lei se oggi godiamo della Basilica Lateranense del Borromini e della fontana dei quattro fiumi a piazza Navona, del Bernini.

 

Roma. Basilica di San Giovanni in Laterano.
 

Gianlorenzo Bernini. Fontana dei 4 Fiumi. 1648-51. Marmo. Roma, piazza Navona.
 

Tuttavia, a onor del vero, fu lei ad alzare lo scontro tra questi due artisti. Le cose, all’inizio, stavano così: il Papa aveva assegnato il progetto della fontana al Borromini, tuttavia il Bernini, conscio che, in Vaticano, non era il Pontefice a comandare bensì Olimpia, scelse di riconoscerne platealmente l’autorità, facendole omaggio di un modellino in argento (alto un metro e mezzo!) del lavoro che voleva eseguire. Naturalmente Olimpia non ci pensò due volte a togliere l'incarico al primo e passarlo al secondo artista.

Questa "scorciatoia" per ottenere i favori Papali, Pasquino l’aveva prevista e già cantata in versi:

« Per chi vuol qualche grazia dal sovrano / aspra e lunga è la via del Vaticano. / Ma se è persona accorta / corre da Donna Olimpia a mani piene / e ciò che vuole ottiene. / È la strada più larga e la più corta»

Un’altra pasquinata sulla Pimpaccia sollazzò la Roma dell’epoca. Olimpia aveva un maestro di camera di nome Fiume; a quei tempi, si usava indicare il livello raggiunto dalle piene del Tevere con l’indice di una mano scolpito su una lastra di pietra. Un giorno fu trovato sul busto di Pasquino un disegno raffigurante una donna nuda, senza nessun dubbio somigliante ad Olimpia, ed una mano con l'indice puntato all'altezza del sesso e la scritta: «Fin qui arrivò Fiume».

Celeberrimi, da sempre, altri suoi versi pungenti che dicono: «Chi dice donna, dice danno / chi dice femmina, dice malanno / chi dice Olimpia Maidalchina, / dice donna, danno e rovina»

Olimpia non era nobile (era nata, nel 1592, da un appaltatore viterbese, il capitano Sforza Maidalchini) e neppure bella. Il suo destino se lo creò da sé, con le sue mani, fin da giovanissima, quando, destinata dal padre al convento insieme alle sue due sorelle, rifiutò di prendere i voti accusando di tentata seduzione il direttore spirituale incaricato di convincerla ad abbracciare la vita monastica; lo scandalo che ne seguì procurò all'ecclesiastico la sospensione a divinis.

Riguadagnata la sua libertà, finì per sposare, a 17 anni, un ricco notabile, Paolo Nini, abbastanza vecchio da lasciarla vedova, dopo soli 3 anni, nonché unica destinataria di un patrimonio più che considerevole.

La giovane vedova, non rimase tale per lungo tempo. Scelse come secondo marito (nel 1612) un romano di famiglia nobile ma impoverita, più vecchio di lei di 31 anni, Pamphilio Pamphilj. Questi la introdusse nella società romana e, soprattutto, la imparentò con suo fratello monsignor Giovanni Battista, brillante avvocato di curia, destinato a una strabiliante carriera ecclesiastica. Infatti, sia per meriti suoi sia per le trame della cognata, monsignor Pamphilj di carriera ne fece effettivamente parecchia: fu nominato prima nunzio a Napoli, poi cardinale e legato presso la corte di Francia, e infine, nel 1644, Papa, con il nome di Innocenzo X. Da notare che, pochi giorni dopo aver acquisito la tiara, designò la cognata, nel frattempo rimasta di nuovo vedova, sua erede universale.

La presenza nelle stanze Papali in Vaticano di Olimpia divenne non solo quotidiana ma sempre più importante. Unica donna in un mondo di uomini, si rivelò abile, scaltra ed intraprendente. Era sempre presente quando bisognava sbrogliare situazioni caotiche o prendere delle decisioni importanti. Si mormorava, infatti, (e queste furono le prime voci che cominciarono a correre su di lei sin dai primi tempi del suo soggiorno romano), che la si vedeva più spesso nello studio del cognato che nel letto del marito.

 

(Continua ...)

 

(claudio bosio / puntodincontro)

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11 de octubre de 2011. - Hay que decir que Donna Olimpia sabía desenvolverse muy bien, en el sentido de que era capaz de "sacar dinero" de una variedad de situaciones. Por ejemplo, en su tiempo libre, actuó como mecenas de artistas de la talla de Bernini y Borromini. De hecho, gracias a ella, ahora podemos disfrutar de la basílica Lateranense de Borromini y de la Fuente de los Cuatro Ríos de Bernini en la Piazza Navona. Sin embargo, para ser justos, también fue ella la que provocó el enfrentamiento entre estos dos artistas. Las Cosas empezaron así: el Papa había adjudicado el proyecto de la fuente a Borromini. Bernini, sin embargo, consciente de que, en el Vaticano, no era el Papa el que mandaba, sino Olimpia, optó por reconocer claramente su autoridad, regalándole una maqueta en plata (¡de 1.5 metros de altura!) del trabajo que quería realizar. Por supuesto que Olimpia no lo pensó dos veces para transferirle el encargo.

Este "atajo" para conseguir los favores del Papa ya había sido previsto por Pasquino y puesto en versos: "Para aquellos que buscan el favor del rey / duro y largo es el camino del Vaticano. / Pero si se trata de una persona prudente / corre con Doña Olimpia a manos llenas / y consigue lo que quiere. / Es el camino más ancho y más corto".

Otra "pascuinada" acerca de Pimpaccia divirtió la ciudad de Roma de aquella época. Olimpia tenía un profesor llamado Fiume (río, en italiano). en aquél entonces se indicaba el nivel alcanzado por las inundaciones del río Tíber con el dedo índice de una mano grabado en una losa de piedra. Un día se encontró en el busto de Pasquino un dibujo de una mujer desnuda, sin duda parecida a Olimpia, y una mano con un dedo apuntando hacia sus genitales con la inscripción: "Hasta aquí llego el río".

También son famosos, desde siempre, otros versos suyos que dicen: "Quien dice mujer, dice daño / quien dice hembra, dice enfermedad / quien dice Olimpia Maidalchina, / dice mujer, daño y ruina".

Olimpia no era noble (nació, en 1592, hija de un contratista de Viterbo, el capitán Sforza Maidalchini) y tampoco era bella. Forjó su destino sin ayuda, con sus propias manos, desde muy joven, cuando, enviada por su padre al convento junto con sus dos hermanas, se negó a ser ordenada acusando de intento de seducción al director espiritual a cargo de convencerla para abrazar la vida monástica, el escándalo que siguió provocó que el cura fuese suspendido "a divinis".

Una vez recuperada su libertad, terminó casándose, a los 17 años, con un notario rico, Paolo Nini, suficientemente anciano como para dejarla viuda después de sólo 3 años, además de única heredera de un considerable patrimonio.

La joven viuda no pasó mucho tiempo como tal. Eligió como segundo marido (en 1612) a un romano de familia noble pero empobrecida, 31 años mayor que ella: Pamphilio Pamphili. Éste la introdujo a la sociedad romana y, sobre todo, la volvió pariente de su hermano, monseñor Giovanni Battista, un brillante abogado de la Curia, destinado a una carrera impresionante en la iglesia. De hecho, tanto por méritos propios cuanto de su cuñada, Pamphilj realmente tuvo muchísimo éxito: primero fue nombrado nuncio en Nápoles, luego cardenal y representante en la corte de Francia y, finalmente, en 1644, fue elegido Papa con el nombre de Inocencio X. Tomen en cuenta que, pocos días después, nombró a su cuñada —que nuevamente había quedado viuda— como su única heredera.

La presencia de Olimpia en los aposentos papales del Vaticano no sólo se convirtió en un hecho de todos los días, sino que también fue adquiriendo cada vez mayor importancia. Siendo la única mujer en un mundo de hombres, se demostró capaz, hábil e ingeniosa. Siempre estaba presente cuando era necesario desenmarañar situaciones caóticas o tomar decisiones importantes. Se rumoreaba, de hecho, (y estas fueron las primeras voces que comenzaron a correr acerca de ella desde los primeros días de su estancia en Roma), que podía ser vista con mayor frecuencia en el estudio del cuñado que en la cama de su marido.

 

(Continuará ..)

 

(claudio bosio / puntodincontro)

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