29 de julio
de 2013
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Llegamos a la finca de
Salvatore Maccioni, conocido como Badore,
ubicada a pocos kilómetros de Ovadda, en
plena Barbagia, centro de Cerdeña. Nos
recibieron nuestros amigos criadores de
ovejas acompañados por sus hijos y sobrinos.
Rápidamente se preparó
una pequeña mesa donde, estando todos de
pie, algunos se afanaron en preparar un
nutritivo desayuno que consistía en
rebanadas de jamón
serrano, varios
tipos de salami y
tocino,
así como quesos
añejos y
frescos; una variedad exquisita que no podía
dejar de acompañarse con un excelente vino y
el tradicional abbardente
[1].
Después de comer,
ascendimos al área de trabajo: el corral de
las ovejas. Éstas son inmovilizadas
velozmente y con maestría, amarrándolas por
las cuatro patas,
para después ser entregadas al trasquilador,
quien a su vez extiende a la oveja y
comienza la proceso usando como única
herramienta las tradicionales y afiladísimas
tijeras de acero sólo humectadas con agua.
Los niños mientras tanto, siguen atentamente
el procedimiento, preparados para colocar un
desinfectante al animal en caso de que
sufra
alguna cortadura.
Resulta impresionante
presenciar y registrar de modo natural este
proceso, pero es aún más emocionante
observar el gran respeto que tienen los
trasquiladores con las ovejas. Hay que ver
el cuidado con el que manipulan las tijeras,
el modo en que se explica a los niños cómo
usar la herramienta.
Si bien la practicidad
ha ganado terreno a la tradición (las
rasuradoras eléctricas han sustituido poco a
poco a las clásicas tijeras de acero) el
espíritu original de la trasquilación
permanece. Sigue siendo un momento preciso e
importante para el pastor que lleva a cabo
un proceso que se ha mantenido casi intacto
durante siglos. Que se vale para obtener la
preciada lana, del s’aggiudu torrau,
es de la ayuda recíproca entre amigos.
El evento lleva por
escenario las faldas del Gennargentu, a más
de 1000 metros de altitud, a la sombra de
antiguos encinos y robles. Por música los
entonados cantos de tenor que contribuyen a
crear una atmósfera mágica, una situación
casi irreal, propia de un momento atemporal.
Haciéndome viajar hacia un pasado arcaico,
lleno de encanto y de misterio.
La nieve cubre el
Gennargentu, cerca del lago de Gusana-Gavoi,
en Cerdeña.
Mientras tanto, algunos
se prepararon a encender el fuego para el
tradicional asador donde se cocinarán
suculentas piezas de cochino y cordero.
Al final de la jornada,
todos juntos descendimos al punto de donde
habíamos partido esa mañana. Tentado por el
delicioso aroma a comida que provenía de una
habitación de la finca, no pude resistir la
curiosidad y decidí ir a investigar, cámara
en mano, su procedencia. Encontré a Badore,
nuestro anfitrión, que con un gran cucharón
removía el contenido un caldero de cobre.
Como ya intuía por el aroma, se trataba de
pecora in cappotto, oveja hervida con
papas miniatura, plato tradicional,
infaltable y una verdadera delicia según
pude comprobar.
Después de tan
abundante comida no podía faltar el postre
con dulces típicos, preparados con maestría
por las mujeres de Ovadda. Todo terminó con
abbardente y una infusión de arrayán.
Casi inmediatamente
después comencé a escuchar los gritos
guturales que provenían de los jugadores del
sa murra —o
morra de Cerdeña—,
un juego antiguo, tan antiguo como todo lo
que estaba teniendo lugar aquel día
inolvidable.
El día terminó con la
aparición de un personaje legendario
en
aquella región, Tzio Peppeddu, un
octogenario vestido a la manera tradicional
al que filmamos llevando a las ovejas hacia
el comedero para la merienda.
Un agradecimiento
especial a Salvatore Maccioni y a todos los
participantes en aquella rica y plena
jornada “ovoddesa”
del 24 de junio de 2010.
(lucio atzeni / puntodincontro.mx /
adaptación de
massimo barzizza y traducción al español de
andrea jiménez)
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