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19 de enero de 2014 - En marzo de 2014, la California estadounidense volverá a ser hispana. No precisamente mexicana, como lo fue a mitad del siglo XIX, pero dominada por una mayoría de habitantes de origen latino.

El acontecimiento, que se esperaba desde hace mucho y ya es inminente, se anuncia en los documentos que acompañan las iniciativas presupuestales del gobernador Jerry Brown para el Estado. En marzo, los ciudadanos de origen latino se convertirán en el 39% del total, por encima de los blancos, que representarán el 38.8%. Basta recordar que hace 25 años los blancos eran el 57% y los latinos el 26% para entender mejor la transformación, que se prevé continúe en el futuro.

Este cambio depende de dos factores: la inmigración, que en los recientes años de crisis económica ha bajado de intensidad, y la tasa de crecimiento demográfico de la población, que en las familias de origen latino es muy superior. Esta tendencia probablemente se desacelerará, conforme los latinos se integren y suban en la escala social. Por el momento, sin embargo, la diferencia entre hispanos y blancos es tan amplia que el rebase se consolidará y probablemente se repetirá en otros estados grandes e importantes, como Texas y Florida.

Esta “reconquista” demográfica tiene al menos dos efectos inmediatos: uno cultural, otro político. En primer lugar, es suficiente observar el idioma. En algunas regiones de los Estados Unidos ya se habla más español que inglés, y este es sólo un indicador de otros cambios sociales en curso. Por supuesto, la mayoría de los conservadores anti-inmigrantes ven en esta tendencia el declive del país, pero otros lo consideran una riqueza que lo refuerza, sin menoscabo de las fortalezas estadounidenses.

El segundo efecto es político, porque los recién llegados, por lo general, tienden a votar por el Partido Demócrata, que defiende muchos de sus intereses y está tratando de lograr la aprobación de la reforma migratoria. En California, el resultado es evidente, dado que en las elecciones presidenciales desde hace décadas un republicano no gana en el Estado. Si la misma evolución se produjera en Texas, una zona firmemente en manos de los republicanos, o en la Florida, donde la competencia es mayor, los demócratas podría conservar el control sobre la Casa Blanca por al menos otra generación.

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(paolo mastrolilli / lastampa.it / puntodincontro.mx / adaptación y traducción al español de massimo barzizza)