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«Si no pasara nada, si nada cambiara,
el tiempo se detendría
porque el tiempo no es más que cambio
y es precisamente el cambio
lo que percibimos, no el tiempo.
De hecho, el tiempo no existe».

Julian Barbour
El fin de los tiempos

29 de julio de 2014 - Hoy, más que nunca, es válido el dicho «los que tienen tiempo, que no esperen». El ritmo y los compromisos de la vida moderna nos obligan a actuar de inmediato, eficientemente y con calidad. Cuando no logramos hacer las cosas rápidamente, sentimos que “perdemos el tiempo”, así que, en la realización de todas nuestras actividades, tratamos de “ganar tiempo”, esto es, buscamos tener “tiempo de sobra” disponible. Lo curioso es que a menudo no sabemos qué hacer con el tiempo que nos queda y, entonces, tratamos de “matarlo”... ¡Gran error!: decimos “matar el tiempo”, pero, inevitablemente, es en cambio el tiempo el que nos mata a nosotros!

En cualquier caso, el tiempo siempre avanza, implacable.

De esto estamos seguros, aunque no siempre conscientes. Pensaba lo mismo Dante Alighieri cuando afirmó, en el Canto IV del Purgatorio, «el tiempo pasa y nada el hombre advierte».

De hecho, decimos muy a menudo: «lo pasado, pasado», entonces ¿por qué pensar en ello? El pasado no vuelve.

El “pasado” siempre ha sido objeto de reflexiones agudas. Escribió, por ejemplo, Agatón (siglo IV aC) «Sólo esto se le niega a Dios: deshacer el pasado».

Sin embargo, no todo el mundo sabe lo que el pasado le interesaba a Einstein: «¿A dónde va a parar el tiempo cuando se va?» se preguntaba.

Esta pregunta, aparentemente infantil, fue profundizada por el extraordinario Albert junto con su colega, igualmente inalcanzable, Kurt Gödel [1], durante sus habituales paseos en los alrededores del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton (Nueva Jersey).

Albert Einstein y Kurt Gödel.

Los dos —grandes amigos y admiradores mutuos— en lo que se refería al “tiempo” estaban en desacuerdo absoluto.

«Para nosotros, los físicos (Einstein), la distinción entre pasado, presente y futuro es sólo una ilusión. El tiempo, como tal, no existe, así como no existe algo que se llama espacio. Sin embargo, existe el "espacio-tiempo", uno de los parámetros de un universo de 4 dimensiones (3 espaciales + 1 temporal, es decir, altura, longitud, anchura + espacio-tiempo). El espacio y el tiempo se funden en un solo concepto inseparable».

Es decir, de acuerdo con esta teoría, los objetos no se mueven sólo en el espacio, sino también en el tiempo. Tanto el espacio como el tiempo son deformables. El espacio-tiempo "nació" con el Universo (Big Bang). El componente temporal del Universo comenzó a evolucionar en el mismo momento en que éste nació. No tiene sentido preguntarse qué había antes del Big Bang: no existía ni el espacio ni el tiempo. No hay espacio sin tiempo (ni tiempo sin espacio).

De todos modos, el espacio-tiempo, es algo bastante... antiguo.

Para entendernos mejor utilizando unos números, el Universo comenzó su historia hace 13 mil 798 millones años (± 0,037). En otras palabras, si el Big Bang ocurrió a la doce de la noche (es decir, a las 0 horas), la Tierra apareció a las 4 de la tarde, los primeros fósiles alrededor de las 10 de la noche y los seres humanos a las 23:59:58, dos segundos antes de la medianoche siguiente.

Con respecto al tiempo, sin embargo, Gödel tenía una idea (apoyada en cálculos) totalmente diferente. «No es realista pensar que el mundo se compone de una serie de momentos indefinibles que, en rápida sucesión, aparecen y desaparecen de la existencia. Es más sensato pensar que el pasado y el futuro existen en forma permanente».

La línea de tiempo, según él, se cierra sobre sí misma. Es decir, a partir de cualquier punto de esta línea es posible, a lo largo de un ciclo de tiempo más o menos largo, regresar exactamente al punto de partida.

Esto lleva a una conclusión sorprendente: todo es para siempre; el pasado, el presente y el futuro coexisten simultáneamente. Y aún más sorprendente es la consecuencia de esta premisa: el porvenir no existe (en cierto sentido, Platón ya lo había intuido: «El tiempo es la imagen móvil de la eternidad, que es la ausencia de tiempo»).

¿Por qué, entonces, sostener que el tiempo pasa, si nunca nos alejamos del presente? ¿Ya lo había pensado Luís de Góngora y Argotte (1561-1627), un poeta barroco español, en su poema «Medida del tiempo por diferentes relojes»?

Si quiero por las estrellas
saber, tiempo, donde estás,
miro que con ellas vas,
pero no vuelves con ellas.
¿A dónde imprimes tus huellas,
que con tu curso no doy?
Mas, ¡hay! que engañado estoy
que vuelas, corres y ruedas:
tu eres, tiempo, el que te quedas,
yo soy el que me voy.

En el entendido de que no podemos transportarnos corporalmente al pasado, (dejemos a la ciencia ficción las máquinas del tiempo) en algunos casos, sin embargo, podemos "ver" el pasado.

Hay que decir que, en realidad, nunca vemos las cosas como son en el mismo momento en el que las observamos. Siempre vemos lo que pasó "un poquito" antes. Y este “poquito” puede ser muy pequeño, pero nunca es cero.

En la práctica, siempre vemos las cosas del pasado.

Como todo el mundo sabe, percibimos un objeto debido a que la luz que viene de ese objeto (a una velocidad de 300,000 km/segundo) alcanza nuestros ojos. Y puesto que se necesita algún tiempo para que la luz puede cubrir la distancia que separa el objeto de nuestros ojos, está claro que siempre vemos las cosas no como son ahora, sino "como fueron" cuando la luz salió de ellas. Por supuesto, mucho depende de la distancia a la que se encuentra el objeto es que estamos observando.

Si observamos algo que está cerca, como cualquier cosa que se encuentra en la Tierra, podemos decir con seguridad que el objeto que estamos viendo ahora es prácticamente idéntico a como era en el instante en que de él salió la luz que alcanzó nuestros ojos.

Pero el fenómeno adquiere otras dimensiones, por ejemplo, cuando vemos el cosmos con un potente telescopio. Quizás sorprendentemente, nos daremos cuenta que el telescopio no nos acerca objetos distantes en el espacio, sino distantes… ¡en el tiempo!

Por ejemplo, cuando "vemos" galaxias distantes 10 o 12 mil millones de años luz, la imagen que observamos corresponde a como eran cuando la luz salió de ellas y empezó su largo viaje hacia nuestro planeta (la Tierra, que sólo tiene 4.5 mil millones de años, aún no existía).

Sabemos que para medir distancias astronómicas, se utiliza el "año luz".
Este parámetro corresponde a la distancia que la luz recorre en un año: alrededor de 10 billones (10 millones de millones) de kilómetros.

Así las cosas, en los años 70 del siglo pasado, circuló una noticia extraordinaria: un fraile veneciano, Pellegrino Alfredo Maria Ernetti, había creado un dispositivo que podía reproducir, en una pantalla, imágenes y sonidos relacionados con hechos del pasado, incluso aquellos más lejanos en el tiempo. Fue el llamado "Cronovisor".

Padre Ernetti (1925-1994) fue un fraile benedictino en la isla de San Giorgio, en Venecia. Era un hombre absolutamente fuera de lo común: experto en “prepolifonía” (música antigua anterior a la utilización de las notas musicales), filósofo, titulado en física, entusiasta de la electrónica, así como exorcista oficial de la Diócesis de Venecia. El funcionamiento del Cronovisor se basaba en una teoría suya, según la cual todo ser vivo deja atrás de si, en el tiempo, un "rastro" doble consistente en energía visual y sonora.

Este conjunto de ondas audio-visuales no se borra definitivamente en el tiempo, sino que simplemente se atenúa. Las ondas “amortiguadas”, permanecen por lo tanto impresas en el medio ambiente en el que se originaron, subsistiendo en un campo electromagnético alrededor de la Tierra. El Cronovisor permitía ver el pasado, debido a que podía conectarse con las ondas asociadas a cualquier evento, “en sintonía” con la energía residual del evento.

Parece que existen documentos según los cuales el cronovisor funcionaba perfectamente. El mismo padre Ernetti habló públicamente de él en entrevistas publicadas por “La Domenica del Corriere” (nº18, 2 de mayo de 1972), el “Giornale dei Misteri” (N°17, 1972) y por el teólogo Padre François Brune, autor del libro “Le Nouveau Mystère du Vatican” (ed. Albin Michel). Con este equipo, se dice que padre Ernetti "filmó" primero a Benito Mussolini (su muerte por fusilamiento), luego a Napoleón Bonaparte (el discurso con el que anunció la abolición de la Serenísima República de Venecia), así como varios eventos de la época romana: Cicerón mientras pronunciaba la primera Catilinaria …«Quousque tandem Catilina abutere patientia nostra…»), la representación de la tragedia Tiestes, de Quinto Ennio (239-169 aC) en su versión completa (que llegó muy alterada hasta nuestros días).

El artículo de Vincenzo Maddaloni en el periódico italiano “Domenica del Corriere” del 2 de mayo de1972.

Al parecer, también, Don Ernetti pudo presenciar, en 1953, todo el desarrollo de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, y logró retratarlo mientras se encontraba colgado en la cruz. Esta imagen, sin embargo, resultó sorprendentemente similar a la del crucifijo de madera tallado en 1931 por el español Cullot Vallera, expuesto y venerado en el Santuario del Amor Misericordioso de Collevalenza, cerca de Todi.

Sin duda, el Cronovisor podría ser muy peligroso si se usaba sin el control directo de las autoridades. Por esto, padre Ernetti platicó primero con sus superiores y después con el Papa Juan XXIII. El Pontífice, después de una serie de reuniones con científicos, políticos y altos jerarcas de la curia de la época, se dice que haya ordenado que el Cronovisor fuese retirado y escondido en los subterráneos del Vaticano, donde aún se encuentra.

¿Patrañas? Cada quien es libre de pensar lo que quiera.

Por supuesto que es fascinante imaginar esta máquina extraordinaria encerrada en algún cuarto secreto del Vaticano, protegida por la estricta Guardia Suiza, a la espera de que la humanidad se convierta en lo suficientemente madura como para ser capaz de explotar su increíble potencial.

______________

[1] Kurt Gödel (1906-1978), fue un prodigioso matemático, lógico y filósofo de Bohemia naturalizado estadounidense, conocido por sus trabajos sobre el carácter incompleto de las teorías matemáticas. Es considerado uno de los más grandes lógicos de la historia de la humanidad, junto con Aristóteles. Es considerada muy original su "comprobación matemática de la existencia de Dios" (1970, editorial Bollati Boringhieri), bajo la forma de una Entidad que combina todas las cualidades positivas de un determinado conjunto. Una curiosidad: prácticamente se suicidó: murió de inanición, o sea, dejándose matar por el hambre, a causa de trastorno hipocondríaco que padecía que lo llevó a... no comer por miedo a ser envenenado

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(claudio bosio / puntodincontro.mx / adaptación y traducción al español de massimo barzizza)