
20 febbraio 2012 - Il palazzo,
innanzitutto: uno degli edifici più belli e suggestivi di via Giulia,
costruito nel XVI secolo e ampliato dal Borromini a partire dal 1638. Oggi,
nel Palazzo Falconieri, si trova la sede dell' Accademia d' Ungheria,
fondata negli anni Venti del Novecento in seguito all' acquisto dell'
immobile da parte dello Stato ungherese, ed è proprio qui che si è
inaugurata venerdì 17 febbraio 2012 una delle mostre più singolari, stando
almeno al tema, della stagione. Titolo: «Le storie misteriose della cintura
di castità. Mito e realtà».

La loggia del Palazzo Falconieri, del Borromini.
Più mito che realtà, a dire il vero. Perché gran parte della ricerca storica
seria ha già dimostrato, almeno da un quindicennio, che la storia dei
crociati e d' altri uomini che nel medioevo avrebbero garantito l' integrità
delle loro donne grazie allo strano aggeggio a metà tra strumento di tortura
e feticcio sado è, in realtà, una gran panzana.
Fasulla dunque, quasi certamente, anche la leggenda di nobildonne e
aristocratiche che indossando gli speciali mutandoni con lucchetto avrebbero
evitato stupri, violenze e filiazioni illegittime. Ma per scoprire tutti i
segreti su questo tema, per sapere se davvero la cintura fu o meno
utilizzata da una Caterina dè Medici o da un' Anna d' Austria, si può
visitare questa rassegna che in linea con la più aggiornata storiografia
nega in realtà l' esistenza e l' utilizzo della cintura di castità nel
medioevo e la vulgata dei cavalieri che si recavano in battaglia, in
pellegrinaggio o alla crociate certi così della fedeltà delle loro consorti.
Fu, semmai, un prodotto d' invenzione più tarda, sintomo di come l' età
moderna a partire dal secolo dei Lumi abbia voluto considerare la cultura
del Medioevo e del Rinascimento, poi «feticcio» trionfante in età
vittoriana, periodo pudibondo per antonomasia, e nato perciò più che altro
come strumento della fantasia.
Alcuni studiosi inglesi e americani - James Brundage, storico della
sessualità esperto di Medievale, Felicity Riddy e Albrecht Classen - ma
anche l' ungherese Benedek Varga, direttore dell' Archivio e del Museo di
Storia della Medicina di Budapest, già negli anni Novanta avevano espresso
dubbi riguardo alcuni di questi oggetti, spesso esposti anche in grandi
musei del mondo in quanto appunto cinture di castità (fu lo stesso British
Museum , che dal 1846 esponeva un «originale», a ritirarlo in quel periodo
dalle sue vetrine in quanto falso storico).
E Benedek Varga è anche il
curatore di questa rassegna romana, nella quale ha fatto riprodurre, con
gusto artigianale, le più famose cinture e allestito una scenografica
installazione di queste «copie di falsi», realizzata con l' intento di
rievocare il contesto immaginario in cui nasce il «mito», cercando così di
confrontarsi col pubblico anche sul problema del rapporto tra realtà storica
e pregiudizi di fantasia. Come nacque le leggenda? Come è sopravvissuta fino
a oggi? La mostra, aperta fino al 18 marzo 2012, tenta di rispondere a
queste domande.
(corriere.it / puntodincontro)
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20 de febrero de 2012 - Los cinturones de castidad,
que se remontan al imaginario de la cultura caballeresca medieval, y que
servían al caballero que se alejaba por cruentas batallas, largos
peregrinajes o cruzadas para estar seguro de la fidelidad de su consorte,
tienen más de mito que de realidad.
En la Academia de Hungría, situada en el Palazzo
Falconieri de Roma, se exponen estos días reproducciones de todos los tipos
de cinturones de castidad bajo el título "La historia misteriosa de los
cinturones de castidad. Mito y realidad".
"Más mito que realidad porque las investigaciones
históricas ya han demostrado que la historia de los cruzados y caballeros
que habrían garantizado la integridad de sus mujeres gracias a un
instrumento de tortura y sado-fetichismo ha sido en realidad, una gran
mentira", dijo a Efe Sebestyen Terdik, uno de los comisarios de la muestra.
Observando de cerca de los cinturones de castidad
resulta imposible imaginar a una mujer embutida en semejantes artilugios de
metal pesados, duros y cortantes, algunos con agujeros estratégicamente
colocados y otros sin ellos, cerrados con enormes candados, con los que ni
siquiera podría caminar libremente, ni mucho menos sentarse.
Además, según Terdik, los metales producirían sin
lugar a dudas y con el pasar de los días terribles heridas y profundas
lesionas a la epidermis con infecciones vaginales o anales tendentes a
agravarse hasta provocar septicemias, en momentos de la historia que
resultaría imposible curarlas.
Algunos estudiosos ingleses y americanos, como James
Brundage, historiador de la sexualidad medieval, Felicity Riddy y Albrecht
Classen y también el organizador de la muestra el húngaro Benedek Varga,
director del Archivo y del Museo de Medicina de Budapest, ya expresaron sus
dudas sobre la veracidad de estos objetos.
Algunos de estos cinturones se expusieron en grandes
museos, como el British Museum que desde 1846 exhibía un original y acabó
por retirarlo por considerarlo un falso histórico.
El cinturón de castidad nace en la expresión latina
del lenguaje teológico occidental en el siglo VI como símbolo religioso
ligado al concepto de la conservación de pureza.
Solo mil años después, en los siglos XV y XVI aparece
en la lenguas europeas también en el ámbito semántico de moralidad,
virginidad, castidad y pureza, explica Terdik.
Las dudas de su uso real se apoyan también en el hecho
de que entre los siglos XIV y XVI no se encuentra ninguna alusión a los
mismos en la sátira erótica de Bocaccio, Bardello o incluso de Rabelais, que
trataron la sexualidad de la gente común, los celos y las artimañas para
engañar a cónyuges y a amantes.
En 1548 aparece sin embargo, un cinturón de castidad
en el catálogo del arsenal de la República de Venecia, que pertenecía
Francisco II "El Joven", tercer señor de Padua, quien tras enfrentarse en
guerra con la República Serenísima, fue conducido a Venecia y estrangulado
en la celda junto a su hijo en 1405.
Según los investigadores, Venecia creó una leyenda
denigratoria sobre Francisco II por utilizar para su mujer y para sus
innumerables amantes cinturones de castidad, "un instrumento de tortura", y
por tanto era "un señor sádico perverso y tirano" que legitimaba moralmente
a Venecia a incorporarse Padua y a justificar el horrible crimen.
El hecho de que Venecia definiera a su víctima como un
"torturador" significa que el cinturón no era, desde luego, socialmente
aceptado, comentó Terdik.
El cinturón de castidad reaparece en las obras
satíricas y en las artes figurativas de los siglos XVI a XVII para demostrar
la estupidez del hombre que le impone el cinturón a la mujer, mientras ella
entrega las llaves a un varón joven, una escena repetida que entraña una
moraleja: "A la mujer no se la puede tener encerrada".
En el siglo XVIII Voltaire usa el concepto de castidad
como la estulticia del hombre y 30 años después uno de los padres de la
Ilustración, Diderot, lo presenta como el símbolo de la oscuridad en el
Medievo. Después, nadie lo discute.
Es en el siglo XIX cuando los cinturones, más
refinados, pequeños y ligeros, son usados por algunas mujeres de Inglaterra
y Francia para evitar la violencia carnal y como garantía de fidelidad,
además de ser impuestos también a adolescentes de la clase media para evitar
las masturbaciones nocturnas que, se creía, podían comportar enfermedades
físicas y mentales.
Las funciones represoras que la Ilustración atribuía a
la Edad Media entran sin embargo en la práctica en el siglo XIX.
(milenio / puntodincontro) |