23 novembre 2011. - «Any way the wind blows...» : in qualunque direzione il
vento soffi. Così si chiude la più celebre (che una volta tanto coincide con
la più bella) canzone dei Queen: «Bohemian Rhapsody». Così, quasi
fatalisticamente, Freddie Mercury, uno dei più grandi cantanti di sempre,
seminò sconforto nel mondo intero, annunciando venti lunghi ed esatti anni
fa «di avere l'aids». Ed esattamente il giorno prima di morire, il 24
novembre del 1991, a soli 45 anni. Lasciando orfani, noi di una voce
ultraterrena e di una presenza scenica inarrivabile; la sua band di una
direzione e dell'anima, nonostante gli infruttosi (perché impossibili)
tentativi di sostituirlo.
IL PRIMO (E L'ULTIMO) - Freddie fu il primo grande martire «pop» della peste
di fine secolo. E probabilmente l'ultimo, non molti anni dopo sarebbero
arrivati i farmaci (non dappertutto purtroppo) che avrebbero garantito se
non la guarigione, almeno la sopravvivenza dei malati. E Freddie fu tante
cose e una sola: icona glam negli anni 70, hard rockstar di ritorno verso la
fine, pop platinato un attimo dopo, struggente ultimo tango («The Show Must
Go On») al passo d'addio. Omosessuale dichiarato quando non era di moda
dirlo e incredibile animale da palco (solo Jim Morrison, in un ipotetica
gara all time, potrebbe rivaleggiare con lui).
«LA» VOCE - E una voce, «la» voce, di scuola per tanti seguaci, quantunque
inimitabile. Vezzoso e leggero, istintivamente simpatico e al contempo
barocco, Freddie ha lasciato migliaia di «vedove» e «vedovi»: le tribute
band dei Queen dalla Alaska alla Malaysia si contano a migliaia. E fan che
collezionano tutto ciò lo riguarda e vivono nella sua memoria ancora oggi,
capita spesso di incontrarne (tanti anche in Italia). Freddie tante cose e
una sola, «any way the wind blows...»
23 de noviembre de 2011. - «Any way the wind blows...»: en cualquier
dirección sople el viento. Así termina la más famosa (que, extrañamente, en
este caso coincide con la con la más hermosa) canción de Queen: "Bohemian
Rhapsody". Y así, casi en forma fatalista, Freddie Mercury, uno de los más
grandes cantantes de todos los tiempos, sembró el desconcierto en todo el
mundo, anunciando precisamente hoy veinte largos años atrás que tenía SIDA.
Justo el día antes de su muerte, el 24 de noviembre de 1991, cuando sólo
tenía 45 años. Nos quedamos, así, huerfanos de una voz y una presencia
escénica inigualables mientras su banda perdió alma y dirección, a pesar de
los inútiles (y, por supuesto, imposibles) intentos de reemplazarlo.
Freddie fue el primer gran mártir "pop" de la plaga de finales de siglo.
Y probablemente también el último, dado que no muchos años después llegarían
los fármacos (no a todas partes, por desgracia) que garantizarían tal vez no
una cura definitiva, pero por lo menos la supervivencia de los pacientes. Y
Freddie fue tantas cosas y al mismo tiempo una sola: icono glamoroso de los
años 70, estrella del hard rock de regreso hacia finales de la década, pop
de platino un momento después, conmovedor último tango ("El show debe
continuar") en su despedida. Fue un hombre abiertamente y declaradamente gay
cuando no estaba de moda decirlo y también increíble protagonista del
escenario (sólo Jim Morrison, en una hipotética competencia entre los
protagonistas de todos los tiempos, podría comparársele).
Y una voz, "la" voz que representó una escuela para tantos seguidores,
aunque inimitable. Elegante y ligero, instintivamente simpático y al mismo
tiempo barroco, Freddie dejó miles de "viudas" y "viudos". Las bandas que
rinden tributo a Queen se cuentan por millares, desde Alaska hasta Malasia.
Y no es poco usual encontrar aficionados que recogen todo lo concerniente a
él y siguen viviendo en su memoria en la actualidad (muchos en Italia).
Freddie: tantas cosas y solo una: «Any way the wind blows...»