Navidad en Sicilia: cuando el pasado se encuentra con el presente. De Francesco Patti.

 

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3 de enero de 2016 - En Sicilia, la historia ha sido escrita por muchos. Cada pueblo que la dominó trajo consigo tradiciones y culturas que convirtieron a la isla más grande del Mediterráneo en una mezcla de riquezas de valor inestimable. Una riqueza que se refleja no sólo en las muchas obras de arquitectura, sino también en el mundo de la cocina. ¿Y cuál celebración, si no la de la Navidad, puede combinar las dos cosas? Desde la ciudad más grande hasta la más pequeña, desde la más famosa hasta la más desconocida, la temporada navideña es una oportunidad para hacer alarde de las tradiciones.

Muchas identidades para un solo espectáculo. Bazares navideños, festivales, nacimientos, conciertos y espectáculos atraen a cientos de miles de personas provenientes de diferentes lugares. El espíritu de la Navidad proporciona los municipios de Sicilia una forma de vida completamente diferente a la que se experimenta durante la agitada rutina diaria. ¿Cómo? Con arte, historia y gastronomía. En Catania, entre la Piazza del Duomo, el Castillo Ursino, el Teatro Romano y el “V. Bellini”, entre el monasterio benedictino y las iglesias barrocas de Via Crociferi, entre el blanco de los edificios del siglo XVIII y el negro de la piedra volcánica, circula el olor de la masa frita de las “crispelle” con queso y anchoas o con arroz y miel.

Hay varios tipos de “schiacciate”, masa de pan rellena de coliflor marinada en vino, brócoli y aceitunas negras o queso con anchoas. También en la provincia de Catania no hay que perderse, en la ciudad barroca de Acireale, el “camino de los nacimientos”, un recorrido a lo largo del cual resaltan las estatuillas de tamaño natural en cera —típicas del siglo XVIII— en el interior de cuevas de piedra volcánica.

Un nacimiento en Acireale.

También del siglo XVIII, pero en madera, es el pesebre que se coloca en la iglesia de San Bartolomeo en Scicli, en la provincia de Ragusa. Hay nacimientos de diferentes tipos en Sicilia, como los “vivientes” en Cammarata, cerca de Agrigento, el de Custonaci en las proximidades de Trapani, el de Sutera en los alrededores de Caltanissetta o el de Agira cerca de Enna.

Y podemos encontrar pesebres incluso en la atareada Palermo, donde el aroma de “sfincioni” y “arancini” recién horneados, verduras capeadas fritas y merluza fresca rodea las maravillas arquitectónicas de la Catedral y del Palacio de los Normandos, del Palacio de Zisa, así como del Teatro “Politeama”.

Palermo. El Palacio de los Normandos.

Así que se trata de un viaje cultural en un marco gastronómico, nacido de la herencia que han dejado griegos, árabes, normandos, suevos, judíos y españoles. Hay muchas entradas, desde las “crispelle” y verduras capeadas fritas hasta la caponata de berenjenas, desde la calabaza roja frita hasta las aceitunas rellenas con carne o encurtidos, sin olvidar los quesos y los embutidos de la isla. En los primeros platos dominan varios tipos de “schiacciate”, la lasaña y los canelones con salsa de carne o espinacas.

Ya satisfechos, los sicilianos acostumbran de todas formas pasar a los segundos platos en los que la carne (pollo, cerdo y salchichas con diferentes condimentos) y el pescado (bacalao frito o guisado y anguila) abundan en las mesas.

¿Y de postre? Aquí la creatividad de hoy se fusiona con las recetas del pasado. Junto a sus majestades cassata, cannoli, mazapán y turrón de pasta de almendras caramelizadas, destacan los “mustazzoli” con pistaches, miel y almendras o —acompañados de un vino caliente—, los “sfinci” de Palermo (panqueques cubiertos con miel y azúcar), el “buccellato” (pasta rellena de almendras o higos, cáscara de naranja y pasas), los “nucatuli” (rellenos de nueces) y la “cubaita” (turrón con almendras, pistache, miel y chocolate).

Un cannolo siciliano.

Estos postres son en su mayoría de tradición árabe y acompañan en todas las mesas a la fruta seca, junto con el Marsala y el Moscatel de Alejandría, vinos típicos para este tipo de alimentos.

En fin, una mezcla de olores y sabores, un rico patrimonio hoy enriquecido por la creatividad y la diversidad local. Las celebraciones inician el 13 de diciembre con la fiesta de Santa Lucía, donde los “arancini” fritos y la “cuccìa” abren el desfile gastronómico que termina con la Epifanía. Es un mes en el que la población se reconecta con sus raíces, ahogando en el placer del gusto y en las bellezas artísticas los problemas que a menudo echan a perder el estado de ánimo de los sicilianos y de todos los italianos, con la esperanza de que el nuevo año traerá siempre algo bueno. No sólo en la mesa.

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(francesco patti / puntodincontro.mx / adaptación y traducción al español de massimo barzizza)