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10 de octubre de 2020 (4:11 hrs.) - Beatriz Gutiérrez Mueller, esposa del presidente de México Andrés Manuel López Obrador, se reunió ayer con el presidente de la República Italiana Sergio Mattarella y le entregó una carta firmada por su marido, cuyo texto reproducimos a continuación:

Estimado Presidente:

Como usted sabe, nuestras relaciones de amistad y de cooperación para el desarrollo han sido, son y seguirán siendo muy buenas. Pero, en esta ocasión, me quiero referir a otro tema no precisamente vinculado con la economía ni con el comercio sino con la historia política y cultural que tenemos en común.

Quiero expresarle que creo en el ideal de que cuando se lucha por la justicia hay un solo mundo, no existen fronteras; y la fraternidad universal es superior a cualquier tendencia política.

Seguramente usted sabe que, guiado por esa convicción, un nieto de Giuseppe Garibaldi, tan vinculado a América Latina, y grande entre los grandes políticos italianos en el siglo XIX, se adhirió a las filas revolucionarias de Francisco 1. Madero quien, con un modesto ejército, logró derrocar a la dictadura que encabezaba Porfirio Díaz. Este general se había perpetuado en la presidencia de México durante 34 años, inhibiendo el ejercicio de las libertades individuales y colectivas, e impidiendo la impartición de la justicia y anulando la democracia. Pues bien, Giuseppe Garibaldi, llamado de la misma manera que su abuelo —hijo de Ricciote Garibaldi— fue conocido como “Pepe” o “Peppino” y alcanzó el grado de general en aquella revolución que culminó en mayo de 1911 con la victoria de los rebeldes en Ciudad Juárez, Chihuahua, entre los que se encontraba el famoso “centauro del norte”, Francisco “Pancho” Villa.

Este Garibaldi, en mi opinión, es una figura parecida al legendario guerrillero Ernesto “Che” Guevara; un “soldado internacionalista”. A propósito de este tipo de luchadores sociales, le envío un libro que escribí sobre un mexicano de perfil parecido: Catarino Erasmo Garza, a quien reivindiqué por batallar en nuestra América en los tiempos en que un país hegemónico del norte creaba colonias, protectorados y nuevos países al tiempo que mediante la fuerza quitaba y ponía gobiernos a su antojo. Mi texto recrea una época de personajes políticos peculiares, de algún modo idealistas y fascinantes a un mismo tiempo, que inspiraron al colombiano Gabriel García Márquez para escribir su gran novela Cien años de soledad. Le comparto que “Aureliano Buendía” no es otro que el general Rafael Uribe Uribe quien en ese entonces convivía con mi personaje, con Antonio Maceo, José Marti y otros ilustres liberales nacionalistas.

Ahora, paso al punto que lleva a mi esposa, Beatriz Gutiérrez Mueller, a entrevistarse con usted. Le explico que, el próximo año, por coincidencias del tiempo se llevará a cabo la recordación de tres momentos fundamentales en la historia nacional. Primero, el bicentenario de nuestra Independencia de la Monarquía española, en 1821; segundo, la caída de México-Tenochtitlán, en 1521, por el ejército de Hernán Cortés y, tercero, la fundación de las primeras villas de dicha ciudad, en 1321.

Por estos acontecimientos, queremos mostrar a los mexicanos la grandeza cultural de nuestro pueblo que, por los intereses de quienes nos invadieron y colonizaron, fue distorsionada; téngase en cuenta que, desde hace 500 años, se narró que aquellos pueblos originarios de Mesoamérica eran atrasados y bárbaros y que, gracias a la conquista fueron civilizados. Esta ideología ha sido empleada siempre, a lo largo de la historia y en todos los pueblos, para justificar saqueos y atrocidades. Es por ello que nos importa mucho insistir en la grandeza del México prehispánico.

Ustedes, los italianos, han conservado dos tesoros culturales mexicanos y de la humanidad, el Codex Fiorentino y el Codex Cospi o Bologna. El primero se halla en la Biblioteca Medicea Laurenziana, el cual fue escrito entre 1540 y 1585 por fray Bernardino de Sahagún en náhuatl, latín y castellano. Pertenece a la cultura azteca de la antigua Tenochtitlán, Tlatelolco y Texcoco. Aunque fue elaborado a principios del periodo virreinal es un testimonio muy valioso sobre la vida cotidiana y cosmogonía indígena y, además, contiene ilustraciones realizadas por tlacuilos, los antiguos ilustradores mexicanos. El segundo es de la cultura del valle náhuatl (o mexica), escrito antes de la conquista española, y revela sus avances en matemáticas y astronomía. Lo preserva la Universidad de Bolonia.

Mi petición concreta es que ambos códices sean prestados para exhibirlos en México durante un año, haciéndome responsable de su devolución con todas las garantías y seguridades de su traslado a nuestro país y su regreso a Italia.

Si usted nos ayuda ante la Biblioteca florentina y ante la Universidad de Bolonia, nosotros corresponderíamos enviando una exposición de piezas arqueológicas espléndidas de, por decir, la cultura olmeca, maya o mexica, o cualquiera otra del Pacífico, centro o norte de mi país, o bien, aportar obras que pudiesen ser de su interés, de grandes artistas mexicanos como Frida Kahlo, David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y otros. Estamos abiertos a sus sugerencias.

Como usted comprenderá, nuestra vocación por el enaltecimiento de la memoria histórica es fundamental en el proceso de la Cuarta Transformación que está en marcha en nuestro país.

Solo me resta expresar que México e Italia han sido y seguirán siendo pueblos hermanos. Tan es así que ni siquiera tenemos que aprender nuestras lenguas para comunicarnos. Somos latinos.

Reciba un abrazo fraterno y la invitación a visitar nuestro país. Usted y los italianos siempre tendrán en México un segundo hogar.

Cordialmente.

(puntodincontro.mx)

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