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22 de febrero de 2020 (09:33 hrs.) - Tras el descubrimiento hace unos días en el Foro Romano de una sala subterránea con un sarcófago del siglo VI aC, que algunas fuentes anunciaron rápidamente que se trataba de la tumba de Rómulo —versión desmentida ayer por Alfonsina Russo, directora del Parque Arqueológico del Coliseo—, resulta casi inevitable revisar brevemente la historia de este personaje y lo que se ha dicho a lo largo de los siglos sobre él y los orígenes de Roma.

La mayoría de las fuentes antiguas están de acuerdo en afirmar que la que hoy es conocida mundialmente con el sobrenombre de “Ciudad Eterna”, fue fundada a mediados del siglo VIII a.C. precisamente por Rómulo y su hermano Remo, descendiente de la dinastía de los reyes de Alba Longa.

Según la tradición, Rea Silvia, hija de Numitor, legítimo rey de Alba expulsado por su hermano Amulio, se habría juntado con el dios Marte y habría dado a luz a los gemelos Rómulo y Remo.

Temiendo ser destronado, Amulio habría ordenado a sus guardias que los abandonaran recién nacidos en las orillas del río Tíber. Los gemelos, quienes sobrevivieron gracias a la intervención de una loba, después de ser criados por un pastor llamado Faustolo, habrían ayudado al abuelo Numitore a regresar al trono matando a Amulio.

Hecho esto, habrían fundado el 21 de abril del año 753 a.C. una nueva ciudad —Roma, precisamente— en los lugares donde habían pasado su infancia.

Esta leyenda, cuyos elementos esenciales se desarrollaron durante la época republicana media (siglo III-II a. C.), fue enriquecida con más detalles en la era de Augusto (finales del siglo I a.C.), cuando historiadores y poetas contribuyeron a ennoblecer significativamente los orígenes de la ciudad, que ya dominaba casi todo el mundo habitado.

En esta época fue particularmente fortalecido el vínculo entre Rómulo y el héroe troyano Eneas. Este último, escapado de la destrucción de Troya con algunos compañeros, habría llegado a Italia después de una larga peregrinación y habría fundado la ciudad de Lavinio. El hijo de Eneas, Ascanio, a su vez habría puesto la primera piedra de Alba Longa, dando vida a la dinastía de la cual nacería sucesivamente el propio Rómulo.

Hasta el siglo XVIII, los estudiosos de la antigüedad romana atribuyeron un importante valor histórico a la leyenda (o al menos a algunas de sus partes). Según Livio y especialmente Dionisio di Alicarnasso, la “historicidad” de los eventos relacionados con la fundación de Roma estaba garantizada por al menos tres elementos:

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La historia de la fundación era recordada por autores antiguos con una cierta riqueza de detalles y, siendo la autoridad de estos autores prácticamente indiscutible, era por lo tanto inconcebible dudar de la información que transmitían. Además, existían herramientas para calcular la fecha de la fundación de una manera “científica”, en particular recurriendo a las listas de magistrados republicanos mencionados por los pontífices (los llamados Annales Maximi, que datan del establecimiento de la República en el año 509 a.C.), combinadas con las referencias a los periodos de reinado de los siete reyes de Roma. La suma de estos datos llevaba a datar la fundación de la ciudad a mediados del siglo VIII a.C., según los cálculos realizados por expertísimos cronógrafos.

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Los elementos más legendarios de la historia de la fundación también podían encontrar una explicación “racional”. En particular, la historia de la lactancia de los gemelos con la loba (en la foto “Rómulo y Remo amamantados por la loba”, pintura de Rubens, 1616, Roma, Musei Capitolini), o su concepción de parte del dios Marte, constituían reelaboraciones legendarias de acontecimientos realmente ocurridos: la loba fue identificada con la esposa del pastor Faustolo, Acca Larentia, llamada “lupa” por su pasado como prostituta, mientras que la concepción “divina” de Rómulo y Remo ocultaba una violencia sufrida por Rea Silvia de parte de uno de sus numerosos pretendientes. La presencia de estos adornos, sin embargo, no fue suficiente para demostrar, en general, la fiabilidad de los eventos históricos.

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En la era de Augusto había signos tangibles que atestiguaban la veracidad de la historia de la fundación, en particular la “cabaña de Rómulo", hogar del primer rey de Roma, todavía claramente visible en el monte Palatino y restaurada por el propio emperador, o la celebración de las lupercalia y palilia, fiestas muy antiguas que recordaban los ritos celebrados por primera vez con motivo de la fundación.

Estos elementos daban una confirmación “arqueológica” y “cultural” de la historia de la fundación. Por lo que su conjunto era suficiente, a los ojos de los autores antiguos, para confirmar la historicidad de la fundación de Roma por Rómulo y, remontándose a épocas aún más antiguas, para dar fe de una descendencia directa del linaje romano del héroe troyano Eneas. Ante nuestros ojos modernos, sin embargo, estos datos son insuficientes o, en cualquier caso, no concluyentes.

Así, a partir del siglo XIX y especialmente durante el siglo XX, el desarrollo de una ciencia antigua más crítica y la realización de varias campañas de excavación en las áreas del Palatino, el Foro y el Capitolio han permitido trazar con mayor precisión los límites entre los mitos y la historia y delinear de una manera más segura (pero ciertamente no definitiva) la evolución de la Roma arcaica de un centro proto-urbano a una verdadera comunidad urbana.

Los datos recopilados por los los investigadores llevan a estas evidencias:

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En el área del Capitolio se observa una continuidad habitacional al menos desde la mitad de la Edad del Bronce (siglo XIV a.C.) y hasta el principio de la Edad del Hierro (siglo IX a.C.), evidenciada por el descubrimiento de elementos funerarios y cerámicos. Durante el siglo IX antes de Cristo las huellas habitacionales se extienden al área del Foro y del Monte Palatino, con características similares a las del Capitolio y, por lo tanto, constituyen un síntoma del desarrollo de un único centro habitado. También se han encontrado artefactos funerarios en el Esquilino y el Quirinal que parecen indicar el desarrollo en estas dos colinas de una comunidad de viviendas separada del área del Palatino-Capitolio.

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Hallazgos importantes han salido a la luz en el área sagrada de Sant’Omobono, sede del antiguo Forum Boarium en las laderas del Capitolio. La presencia, en esta zona, de cerámica de origen griego que se remonta al menos a la primera parte del siglo VIII a.C. parece confirmar la hipótesis de que el área, ubicada en la curva del Tíber, ya había asumido en la era arcaica la importante función comercial de punto de intercambio estratégico y ruta de paso obligatoria para el comercio de la sal.

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Las excavaciones más recientes llevadas a cabo en la colina del Palatino han sacado a la luz rastros de chozas y el perímetro de un muro que data de mediados del siglo VIII a.C. Según el arqueólogo italiano Andrea Carandini, se trata de descubrimientos que podrían respaldar algunos datos proporcionados por la tradición literaria sobre la “mítica” fundación de la ciudad por Rómolo. Estos hallazgos, sin embargo, desempeñan un papel en la reconstrucción de la leyenda de la fundación sólo si se leen a través del espejo de la tradición literaria. Si se toman por si solos, encajan perfectamente en el desarrollo preurbano lento pero progresivo del sitio Palatino.

Como puede verse, el conjunto de fuentes literarias y arqueológicas, aunque rico en detalles de considerable interés histórico, parece ser insuficiente para proporcionar datos confiables sobre la historia primitiva de Roma y, en particular, sobre los procesos que condujeron a su fundación.

(weschool.com / puntodincontro.mx / adaptación y traducción al español de massimo barzizza)

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