30 de octubre de 2013 -
Ocho veces más potente que la explosión del
Krakatoa en 1883, diez veces más violenta
que la del Tambora en 1815 (que en el
siguiente año eliminó el verano en el
hemisferio norte). Hasta hoy, se ignoraba
cuál volcán había provocado la más grande
erupción de los últimos siete mil años. Los
sospechosos eran muchos, entre ellos el
Chichonal en México, el Quilotoa en Ecuador
y el Okataina en Nueva Zelanda, pero nadie
había podido levantar el dedo y acusar al
volcán culpable (más allá de cualquier
sospecha).
Finalmente, después de treinta años de
investigación, un grupo internacional
dirigido por Franck Lavigne, profesor de
Geografía Física en la Universidad de
París-1, identificó al responsable: se trata
del Samalas, en la isla de Lombok en
Indonesia. Y también existe una fecha exacta
del “delito”: entre mayo y octubre de 1257.
La investigación fue publicada en el Pnas el
pasado 30 de septiembre.
El
volcán Samalas, en Lombok,
Indonesia.
Fue al inicio de los 80’s que los
vulcanólogos, estudiando el contenido de las
muestras de hielo extraídas de Groenlandia y
de la Antártida, se dieron cuenta que a la
mitad del siglo XIII se había producido una
extraña concentración de sulfato en la
atmósfera, señal de una enorme erupción, la
cual también había causado una brusca
disminución de la temperatura.
La explosión del Samalas originó el
nacimiento de una caldera de 8 kilómetros de
largo y 6 de ancho, actualmente es un lago.
En dicho lugar, los investigadores
encontraron lo que confirmaba la enorme
explosión, la datación de los árboles
carbonizados permitió establecer una fecha
exacta, además de las cenizas volcánicas que
resultaron idénticas en cuanto a la
composición química-mineralógica a las
contenidas en las pruebas de hielo polares.
Los estudiosos fueron capaces de reconstruir
los hechos que produjeron la enorme
explosión y sus consecuencias. El Samalas,
que surge a lado del monte Rinjani, tenía
4,200 metros de altura y un diámetro de 8-9
kilómetros. Anteriormente ya había sufrido
al menos dos violentas explosiones, pero
poco a poco su cono se había reconstruido y
en la cámara magmática subterránea se habían
acumulado 40 km cúbicos de magma rica en
gas. Finalmente la presión del gas había
desencadenado la erupción explosiva,
exactamente como pasó en el Vesuvio en el 79
d.C que sepultó Pompeya y Herculano. Según
Jean- Christophe Komorowski, del Instituto
de física de la tierra en París y co-autor
del estudio; la columna de cenizas se
levantó hasta 43 km de altura y provocó
avalanchas que alcanzaron los 25 km de
distancia. La isla fue devastada (las capas
de pómez y cenizas llegaron a los 35 metros)
el cielo se obscureció por semanas, meses
quizá.
Fue decisivo el descubrimiento del Babad
Lombok, un texto javanés escrito en hoja de
palma en el siglo XIII que narra “una
fenomenal erupción” que duró una semana,
avalanchas de material ardiente de las
laderas de las montañas y de muchas
víctimas.
De igual manera en Europa, sin saber las
causas, la erupción del Samalas tuvo
efectos. Escribió el hermano Richer —un
fraile que vivía en Senones, en la abadía
benedictina de San Pedro, en los Vosgos de
la Lorena, hoy en Francia— narrando los
sucesos del verano del 1258: «Los rayos del
sol apenas calentaban la tierra, nubes y
lluviosa niebla eran tan frecuentes que
parecía ser otoño. El heno no podía
recogerse a consecuencia de la incesante
lluvia, se destruyó la cosecha y pudo
recolectarse únicamente en septiembre, sin
embargo las semillas se podrían en los
graneros».
Recientes descubrimientos en las fosas
comunes de Londres, que se remontan a la
mitad del siglo XIII, hacen pensar que un
tercio de la población de la capital Inglesa
no murió por la peste, sino de hambre,
consecuencia de la escasez del año sin
verano en 1258.
(corriere.it / puntodincontro.mx
/ adaptación de
massimo barzizza y traducción al español
de
celeste.román)
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