En Amatrice, un año después del terremoto, el pasado encuentra el futuro.

 

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20 de agosto de 2017 - «Dios mío, ¿Qué está pasando?» exclamé al despertarme improvisamente a las 3:36 del 24 de agosto de 2016. Me di cuenta con consternación que era casi la misma hora del terremoto de L'Aquila en abril de 2009, mientras que un ruido martillante y cavernoso acompañaba la sacudida prolongada que afectaba todo lo que se encontraba a mi alrededor: ventanas, paredes, armarios, lámparas. Inmediatamente la radio nos informó acerca del epicentro de ese sismo y luego empezó el sucederse de las imágenes en televisión, centradas en Amatrice y las aldeas cercanas.

Y aquí está Amatrice un año después de ese día. Al entrar en el pueblo, dando vuelta a la izquierda está la avenida que conducía al centro.

A un lado está la sede del Parque nacional del Gran Sasso y Montes de la Laga, en frente de un jardín público, verde, florecido, muy bien cuidado.

Es el fin de todo o, más bien, es el comienzo de las ruinas. Hasta donde la vista alcanza hay escombros, no queda nada del antiguo pueblo, que sin embargo aún se alcanza a distinguir. Inclinados sobre uno de sus lados, un par de edificios blancos sugieren que ahí había vida: casas, iglesia, tiendas, restaurantes, gente en movimiento.

Los escombros en el centro, un año después.

Fue diferente la sensación que tuve en el centro de L'Aquila, destruido, claro, una zona prohibida e impenetrable, pero aún de pie y reconocible por sus calles, callejuelas, plazas y plazoletas. Del centro de Amatrice no queda ni siquiera el recuerdo. Vale la pena mencionar, cerca de las ruinas, el letrero que prohíbe las selfies: es una zona de respeto.

Caminando en la dirección opuesta, una hermosa avenida de subida y, a los lados, algunos edificios aún de pie dan la impresión de bienestar, espacios verdes, casas elegantes, justo al lado de hileras de viviendas de madera.

Después de aproximadamente un kilómetro, aparece la novedad: el centro gastronómico (il polo del cibo, en la foto principal), que dice mucho acerca de la cultura y de las actividades económicas del lugar.

Es un grupo de construcciones en vidrio y madera, luminosas y espaciosas, desde donde se pueden ver las cadenas montañosas cercanas. Cada una de ellas se caracteriza por líneas ascendientes y armoniosas. El conjunto crea una sorprendente área de reunión y entretenimiento, muy agradable.

Son restaurantes. La gastronomía es la piedra angular de la economía de una zona dedicada principalmente a la ganadería. Todos conocidos, estos locales ofrecen uno de los platillos más populares del mundo, la pasta all'amatriciana, condimentada con una deliciosa mezcla de queso pecorino y guanciale —una chacina sin ahumar preparada con careta o carrillos de cerdo— servida con o sin salsa de tomate.

Los ingredientes para la preparación de bucatini all'amatriciana.

El centro gastronómico, inaugurado el pasado 29 de julio, atrajo de inmediato multitudes de visitantes que pasean de un restaurante a otro buscando una mesa disponible. El conjunto manifiesta claramente la fuerte voluntad de la comunidad para renacer, una gran confianza en su propia cultura, un vivo deseo de vivir y seguir adelante, a pesar de todo.

En 2015 Amatrice se había convertido en miembro del grupo de las aldeas más bellas de Italia. Destruida en 2016, hoy se encuentra entre el recuerdo de un pasado borrado por la furia de la naturaleza y un futuro apenas esbozado y anunciado por este nuevo conjunto gastronómico.

Pasado y futuro están unidos, o divididos, por una calle de aproximadamente un kilómetro de largo. El desafío que enfrentan aquellos que llevarán a cabo la reconstrucción de Amatrice en los años venideros será volverlo nuevamente uno de los sitios más atractivos del país de la bota. ¡Y también seguro, de ser posible!

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(emanuela medoro / puntodincontro.mx / adaptación y traducción al español de massimo barzizza)