24
de junio
de 2017
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Breena Kerr, escritora y
periodista residente en San Francisco, autora de
artículos de psicología, criminalidad, arte,
viajes y sexualidad, publicó antier en la revista
de viajes de la BBC un texto titulado “How italian became the language of love” en el que
describe, haciendo uso también de los puntos de
vista de Michael Moore Francis
—traductor-intérprete en la Representación
permanente de Italia ante la ONU— algunos de los
eventos que, en la historia, determinaron la
genealogía de la lengua italiana moderna.
Reproducimos a continuación el texto completo
traducido de la
versión original en inglés.
En la foto principal, Dante
Alighieri y Francesco Petrarca, en una témpera
sobre tabla de Giovanni dal Ponte (1385-1438).
***
Sucedió de nuevo el otro día. Estaba caminando
por las calles de mi ciudad estadounidense,
cuando los oí: una pareja estaba conversando en
italiano. Corrí para acercarme a ellos y los
empecé a seguir de cerca, para escucharlos a
escondidas. Por lo que entendí, estaban hablando
de la remodelación de su casa. No fue, claro, el
tema más elegante. Pero el sonido de las
palabras era tan hermoso que me dieron ganas de
llorar.
Tuve
la misma reacción al volver a casa después de
pasar dos años en Florencia, entristecida por la
falta de interés hacia la belleza en mi
metrópoli californiana. Los italianos usan
continuamente la palabra “bello” para describir
cualquier cosa agradable. En Italia, la belleza
es primordial. Y el italiano no es diferente.
Este
idioma apasionado puede seducir a las personas
tan profundamente que incluso las empuja a
cambiar sus vidas. Algunos se mudan a Italia por
capricho y remodelan casas rurales abandonadas.
Otros se sientan en el salón de clases, tratando
a toda costa de pronunciar palabras que suenan
extrañas (como, por ejemplo, uomini, es
decir, hombres). Y otros tratan de permanecer
despiertos durante la representación de óperas
que duran horas. Y no es casualidad. El
italiano, tal y como lo conocemos hoy en día,
fue diseñado para encantar, cautivar y engañar.
Porque este lenguaje fue creado por
poetas-artistas que dejaron su marca en el país,
dando forma a los sonidos que lo caracterizan.
El
italiano tiene una historia única que nace de la
geopolítica. A diferencia de sus homólogos
europeos occidentales, como Francia y España,
Italia se unificó relativamente tarde, en 1861.
De acuerdo con Michael Moore Francis, intérprete
en la Representación Permanente de Italia ante
las Naciones Unidas, hasta 1950, cuando la
televisión se hizo más común, el 80% de las
personas sólo hablaba un dialecto como lengua
materna.
«España, Francia y Alemania se unificaron antes,
y por lo tanto los suyos eran idiomas del
gobierno y de las administraciones ... el
italiano, en cambio, estaba muy orientado a la
literatura», explicó.
Durante cientos de años, lo que hoy es Italia
permaneció dividida en reinos regionales sin un
gobierno cohesionado con una lengua oficial para
su administración. Como resultado, el italiano
fue plasmado por personas que necesitaban
expresarse de forma creativa. Escritores y
poetas dieron forma a su estilo y vocabulario a
través de los siglos, con la belleza del sonido
entre sus consideraciones. Mientras tanto, cada
región tenía su propio dialecto: el piamontés,
el romanesco, el napolitano, el siciliano, el
lombardo, por nombrar algunos. Pero al final, el
toscano prevaleció.
Y
puede que incluso esta no sea una casualidad.
Toscana, con sus colinas, viñedos y valles, es
una de las regiones más fascinantes de Italia.
Fue la cuna del Renacimiento y sigue siendo un
epicentro para el lenguaje, el arte, la moda y
el turismo.
Durante mi estancia en su capital, Florencia
—encantada por el ritmo, la fuerza y la
musicalidad seductora del lenguaje— aprendí de
mis amigos locales que tener un acento toscano
es un motivo de orgullo.
Durante las largas y lánguidas noches de verano,
susurraban sus “c's”, pidiendo Hoha Hola
(en lugar de Coca-Cola) para la mesa, por lo
general a pocos metros de alguna representación
del más famoso poeta local, Dante Alighieri.
Alighieri tuvo un papel importante en el
desarrollo de la lengua italiana. Nacido en
Florencia en 1265 (donde su casa es ahora un
museo), escribió la Divina Comedia, un poema
narrativo en el que describe un viaje por el
infierno, el purgatorio y el paraíso, guiado por
Beatriz, su mujer ideal.
El propio Dante
escribió haber nacido a la sombra de la
Badia Fiorentina, en la parroquia de San
Martín, aunque no es seguro que el edificio
sea exactamente el mismo donde en la
actualidad se encuentra el museo, cuya
entrada puede verse en la foto. La cercana
iglesia de Santa Margherita de 'Cerchi es el
lugar donde el poeta encontraría por primera
vez a Beatrice Portinari.
Pero,
además de escribir páginas extraordinarias, hizo
algo totalmente insólito en su época: escribió
en su dialecto nativo de la Toscana, pese a que
el latín era la lengua utilizada por la élite
educada. Más tarde defendió su elección en un
ensayo titulado De Vulgari Eloquentia (La
elocuencia en la lengua vernácula). En los años
que siguieron, fue inmortalizado como uno de los
principales protagonistas de la historia de la
región y del idioma.
Sorprendentemente, el interés por la obra de
Alighieri nunca ha disminuido. Y es por eso que
muchos visitantes acuden a las zonas de
Florencia donde aparece una de sus imágenes. Hay
una estatua que lo representa solemnemente con
una lira en la Galería de los Uffizi y otra en
la plaza de Santa Croce. Las esculturas se
elevan por encima de la multitud, como si
quisieran protegerla. Pero, aunque Dante sea el
más conocido escritor italiano, no es el único
que dio forma a la lengua que conocemos hoy.
En
1304, Francesco Petrarca nació en la ciudad
toscana de Arezzo. También conocido como el
fundador del humanismo, escribió muchos poemas
de amor utilizando el dialecto toscano, al igual
que su amigo florentino contemporáneo Boccaccio,
autor del Decamerón. Petrarca quería que más
personas pudiesen entender su poesía, pero
quería también cambiar la reputación del
“vulgar” y demostrar que podía ser tan
sofisticado como el latín, que aún era el
lenguaje común para el intercambio intelectual y
artístico.
«Estaba tratando de demostrar que el idioma
local estaba al mismo nivel que el lenguaje
clásico [el latín]», agregó Francis, «y por lo
tanto utilizó un estilo apretado y muy
aristocrático».
Petrarca puede parecer hoy un poco formal y
florido, pero la gente se volvía loca por él en
la época isabelina, de acuerdo con Francis. Es
probable, por lo tanto, que no haya sido una
coincidencia que Shakespeare ambientara Romeo y
Julieta —con sus largos monólogos poéticos y los
protagonistas enamorados— en Italia.
Pero,
incluso si pocos leen sus poemas hoy en día, la
importancia de Petrarca es indiscutible, ya que
en el siglo XV un veneciano llamado Pietro Bembo
consideró que el autor de Arezzo había escrito
en la forma más exquisita y que había llegado el
momento en que el idioma italiano tenía que
tomar el lugar que le correspondía entre las
grandes lenguas literarias del mundo.
Bembo, poeta y amante de la lengua vernácula,
provenía de una poderosa familia aristocrática.
Fue nombrado secretario del Papa León X en Roma
y, más tarde, cardenal. En este papel fue
retratado por el famoso pintor veneciano
Tiziano.
Tiziano Vecellio.
Retrato del Cardenal Pietro Bembo.
1545-1546. Óleo sobre lienzo, 58 x 46 cm. Museo
de las Bellas Artes de Budapest.
Mientras vivía en la ciudad medieval de Urbino
(ahora patrimonio de la humanidad de la UNESCO),
Bembo escribió su obra más famosa: Prose
della volgar lingua. En ella, describe cómo
expresarse en el lenguaje más bello y elevado,
para lograr el mismo nivel del latín. Bembo
eligió el dialecto toscano del siglo XIV como
modelo y Petrarca como el escritor que consiguió
los mejores resultados.
«Bembo dio gran importancia al sonido y buscó
ejemplos de lenguaje con base en la obra de los
poetas [como Petrarca]. Describió en detalle las
cualidades de la composición y la necesidad de
encontrar el equilibrio perfecto entre los
sonidos dulces y los fuertes», afirma Francis.
El trabajo de Bembo fue utilizado para modelar
la lengua hablada hoy en toda Italia.
Algunos lingüistas han sugerido que el italiano
y otras lenguas romances, como el español y el
francés, gustan a las personas de habla inglesa
porque en ellas reconocen tonos y sonidos a los
que están acostumbrados. Pero el Dr. Patti Adank,
docente de Ciencias fonéticas, del lenguaje y
del oído en el University College de Londres,
afirma que el italiano es atractivo debido a su
“melodía”. La lengua de Dante y Petrarca tiene
una gran cantidad de palabras que terminan en
vocal y pocas con muchas consonantes seguidas,
lo que produce un sonido abierto que es ideal
para el canto.
O,
como supuestamente dijo el emperador Carlos V,
«Hablo español con Dios, Italiano con las
mujeres, francés con los hombres y alemán con mi
caballo».
Carlos V de Habsburgo,
Emperador del Sacro Romano Imperio.
Por
supuesto, como admitió Francis, la reputación de
la Toscana como epicentro de la lengua italiana
es probable que sea sólo propaganda en este
momento, cientos de años más tarde. Otras
ciudades, como Milán, han, desde algunos puntos
de vista, eclipsado a Florencia como centros de
comercio y notoriedad. Y al igual que muchos
centros urbanos que dependen del turismo, gran
parte de la gloria de Florencia se basa en el
pasado.
Pero
no se puede ignorar que Alessandro Manzoni
—autor de la primera novela en italiano y
pionero del lenguaje moderno— al haber casi
terminado de escribir I promessi sposi
(Los novios) en 1827, sostuvo que antes de
concluir tenía que ir a Florencia para «sciacquare
i panni in Arno» (enjuagar la ropa en el
Arno), una metáfora en la que el agua del río
que atraviesa la capital de la Toscana
representa a la lengua italiana por excelencia.
Giuseppe Molteni,
Alessandro Manzoni, óleo sobre lienzo, 1835,
Pinacoteca de Brera.
Afortunadamente, los viajeros tienen la
oportunidad de escuchar tanto la versión de la
Toscana, como los muchos dialectos regionales
que, especialmente en el sur, difieren en gran
medida del italiano tradicional. De hecho,
cuanto más nos alejamos de la Toscana, las
diferencias se hacen más evidentes, ya que los
dialectos que se hablan en el país de la bota no
ocultan las influencias de una impresionante
variedad de idiomas, incluyendo el griego, el
árabe, el español, el francés e, incluso, el
hebreo.
Por
suerte, “bello” se dice y se entiende en
cualquier lugar.
(breena kerr / bbc travel / puntodincontro.mx /
traducción al español y adaptación de massimo
barzizza)
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