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5 de agosto de 2013 - Creo que en otra época, cuando el tango desembarcó en el alma porteña, estas cuestiones no presentaban conflicto. El varón marcaba y la mujer aceptaba sintiendo el orgullo de ser conducida (lejos estaba la vivencia de sometimiento).

Pero ¿Cómo nos dejamos conducir por alguien que “aparentemente” no agarra el paso?

Y si tomamos un bailarín “con calle” un experto marcador, nos sentimos erráticas y dominadas, marcando con el peso del cuerpo nuestra propia resistencia a ser conducidas.

Entiendo que en los vínculos afectivos actuales se lograron importantes paridades, pero en algunos aspectos todavía no terminamos de ponernos de acuerdo.

El que tiene que marcar no marca, justamente porque se siente marcado...y perdido. La que tiene que desplegar coreografía no despliega porque se siente confundida... y sola. Se demuestra una vez más que, aún cuando dos personas técnicamente pretenden “emparejarse en una pareja”, y no lo trabajan desde otro plano más integrador; en los hechos mostrarán una danza rematada como un baile errático y confuso.

Dicen que buen bailarín es aquel que sabe liderar, el que con su marca clara y armoniosa contribuye a la dinámica de la pareja; así su bailarina no solo podrá interpretarlo sino que también aportará la belleza y sensualidad a través de la emoción rítmica que llevan sus pasos.

Muchas veces, terminamos lastimosamente danzando alrededor de nuestras propias tensiones; distanciándonos de la mirada sutil de la seducción; negándonos a concordar marcaciones. Parece que “no le encontramos la vuelta” a la conciliación de la vida en pareja, y decidimos de maneras egoístas aplicar nuestros propios estilos.

¿Se imaginan lo que sucede cuando dos bailarines imponen sus individualidades?

¿Qué tipo de danza representarán? ¿Será factible darle un estilo a algo que solo responde a una conexión formal? ¿Lograrán sus cuerpos unirse armoniosamente en algún momento?

Todavía tanto para los hombres como para las mujeres, entender y recrear una pareja que se complemente como en el tango nos resulta una asignatura difícil.

Por suerte finalizando la clase, en el momento de intercambiar parejas, un tanguero de ley, de los que caminan con andar de compadrito, “me tiro la justa”: «Nena, en el tango como en la vida el hombre propone y la mujer dispone. Yo te marco y vos elegís la figura. Agarrate de mi mano que sin soltar ni pisotearnos, hay lugar para los dos!»

Así vamos conectando y entre tanto sacarle viruta al piso, ahora tengo la convicción que hay mucho por aprender, y mucho por conciliar. Tengo además la certeza de que los tres elementos donde se sostiene el tango, funcionarían “como un batacazo” si los incorporáramos naturalmente como ítems primordiales en nuestra vida conyugal:

1) EL ABRAZO para escuchar el cuerpo del otro e integrarlo.

2) CAMINAR LENTO para poder comunicar claramente, evitando confusiones de arrebato; siendo receptores y emisores de la emoción que sentimos.

3) IMPROVISACIÓN para poder recrear según la música el baile adecuado; así los pasos, las figuras y los movimientos van logrando una conexión que se siente tanto desde lo íntimo, como desde la armonía visible en lo exterior.

Fin de la milonga, y no es chamuyo que tanto meditar me estalla la sabiola!

…Y todo a media luz
¡Qué brujo es el amor!
A media luz los besos
A media luz los dos…

 

Jonathan Villanueva y Yoko Fruse:
las marcas del hombre y el despliegue de la mujer.

Vocablos Lunfardos

El lunfardo puede ser considerado como el idioma del tango argentino.
Los sonidos del lunfardo se nutrieron de diferentes lenguas; principalmente con la llegada de colonias extranjeras; inmigrantes que llegaban al Río de la Plata en busca de nuevos y prometedores horizontes. Uno de los aportes más relevantes fueron los dialectos de Italia septentrional, debido a que en Buenos Aires la colonia italiana de principios del 1900 era muy extensa.

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Arrabalero: de un barrio donde se canta o baila el tango

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Guapo: “hombres guapos” – valientes

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Tamangos: zapatos

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Milonga: sitio/salón donde se baila el tango

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Ritmo canyengue: baile con muchos cortes

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Andar compadrito: caminar elegante y fanfarrón, alardear

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Sacar viruta al piso: bailar acaloradamente

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Batacazo: éxito

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Chamuyo: habladuría

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Sabiola: cabeza

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* Alejandra Daguerre Nació en Buenos Aires, donde vive y trabaja. Se graduó en Psicología en 1990 en la Universidad del Salvador de Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Trabajó en la Fundación Argentina de Lucha contra el Mal de Chagas, en el Departamento de Psicología y durante tres años en el Ministerio del Trabajo y Seguridad Social (entrevistas de preselección, programas de reinserción laboral y selección del personal).
Desde 1994 hasta 1999 se desempeñó en el Departamento de Graduados de la Universidad de Buenos Aires, en areas de RRHH y Capacitación. De 2003 a 2009 trabajó en el Instituto de Estética y Rehabilitación Física "Fisiocorp", en el tratamiento psicológico de pacientes con enfermedades crónicas y en pacientes de rehabilitación física a largo plazo. Desde 1991 trabaja por cuenta propia en el campo de la psicología clínica para adolescentes y adultos, con métodos psicoanalíticos, y de arte-terapia.

** Laura Barral, quien ilustra esta sección, nació el 3 de Febrero de 1988. Es diseñadora en Comunicación Visual de la Universidad Nacional de La Plata en Argentina. Actualmente es socio-propietaria del estudio de diseño Decote Design, donde realiza trabajos de identidad corporativa, diseño de logotipo, print, vinilos, corpóreos y diseño web. En 2010 se consagró como ganadora del concurso de la cámara de comercio de la Ciudad de Tornquist (provincia de Buenos Aires).

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(alejandra daguerre / puntodincontro.mx / adaptación y traducción al italiano de alejandra daguerre y massimo barzizza)