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23 de junio de 2013 - Hay días en los que la realidad parece superar a la ficción y nos vemos inmersos en una película de acción, siendo partícipes de las escenas más escalofriantes.

Si estamos escuchando la radio, queremos que llegue la tanda musical para relajar nuestros corazones; si estamos mirando televisión, intentamos activar el control remoto para ver si un poco de zapping nos deja estacionados en algún culebrón, donde lo más audaz sería un desencuentro amoroso pergeñado por la malvada; si estamos leyendo el periódico, nuestra vista salta instintivamente a otro título menos cruento que modere el tinte de las noticias... pero estamos en la realidad y —al parecer— no hay vuelta de hoja...

Últimamente distintos ámbitos parecen teñirse de manifestaciones violentas. Las calles donde diariamente transitamos y su constante inseguridad; escuelas donde se forman nuestros niños denunciando episodios de bullying y faltas de respeto en la triada de alumnos, padres y profesores; clubes que prometían generar espacios de pertenencia y esparcimiento bajo el control de organizaciones non sanctas; rutas pobladas de conductores ansiosos que miden el tamaño de sus egos en el velocímetro generando accidentes evitables; el avance de las drogas en poblaciones de jóvenes que apenas salen del cascarón, el alcohol sin moderación, el sexo sin cuidados…

Lo que hasta hace un tiempo nos parecía lejano, nos hacía suponer que sólo sucedía en otros ámbitos, que era propio de sectores marginales o inherente a la creatividad de un guionista de película; ahora está acá… ¡violentándonos!

¿Qué activa tanta violencia? ¿Qué mueve tanto nuestra propia violencia?

Creo que podríamos hacer un trabajo revisionista con nosotros mismos, porque nada ni nadie puede despertar en nuestro interior algo que allí no habita. Lo que activa nuestras reacciones, lo que mueve nuestra violencia es un tema de contenido emocional, es decir “de qué estamos llenos”... de qué emociones estamos rellenos…

Así, si nuestro contenido es “combustible” cualquier situación medianamente “inflamable” que pasa a nuestro alrededor podría hacernos detonar, generando una gran explosión y un perjuicio enorme en nuestros vínculos, nuestros entornos, nuestra vida en general; pero si estamos en eje, más plenos con nosotros mismos, rellenos de un contenido más pacífico y moderado, aunque el agente periférico fuese muy peligroso o combustionante, no tendría la potencia de generar una situación tan explosiva.

Parece extraño que estando siempre tan inquietos por conocer los rellenos de las cosas, no ahondemos tanto en nuestro propio contenido. Sin embargo en nuestras rutinas habituales siempre nos da curiosidad saber qué tiene adentro o cómo está compuesto (por ejemplo, los ravioles, un trago exótico, un paquete con un regalo, etc.).

Les propongo que empecemos a transmitir conciencia empezando por nosotros mismos; para hacernos cargo de nuestra propia violencia y salir a la vida menos “inflamables”; que meditemos sobre aquellas cosas que nos ponen agresivos de modo tal que no tengamos que descargar nuestra furia con nuestro entorno, ni mucho menos refugiarnos en la impunidad del anonimato para descargarnos con la primera persona que se cruce en el camino; les propongo rever nuestros juegos de poder que ejercemos a diario para no someter a nadie en el intento de sentirnos un poco menos insignificantes; propongo entonces reconocer nuestra violencia para trabajarla adecuadamente y generar ambientes más relajados.

Hagamos algo para disminuir la violencia, no nos quedemos en la queja. Empecemos por nosotros mismos, enseñemos, contagiemos calma, aportemos cordura, contengamos al que se desborda, auxiliemos al que colapsó sin escarbar su herida… ayudemos a cicatrizar y cicatricemos…

Yo no sé vos, ¡pero yo estoy llena de ganas!

Hagamos el intento! Trabajemos entre todos por un mundo menos violento…trabajemos para dar vuelta la hoja de este capítulo de realidades sangrantes. Basta de hacer que apagamos los fuegos, cuando en realidad estamos tirando kerosene.

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* Alejandra Daguerre Nació en Buenos Aires, donde vive y trabaja. Se graduó en Psicología en 1990 en la Universidad del Salvador de Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Trabajó en la Fundación Argentina de Lucha contra el Mal de Chagas, en el Departamento de Psicología y durante tres años en el Ministerio del Trabajo y Seguridad Social (entrevistas de preselección, programas de reinserción laboral y selección del personal).
Desde 1994 hasta 1999 se desempeñó en el Departamento de Graduados de la Universidad de Buenos Aires, en areas de RRHH y Capacitación. De 2003 a 2009 trabajó en el Instituto de Estética y Rehabilitación Física "Fisiocorp", en el tratamiento psicológico de pacientes con enfermedades crónicas y en pacientes de rehabilitación física a largo plazo. Desde 1991 trabaja por cuenta propia en el campo de la psicología clínica para adolescentes y adultos, con métodos psicoanalíticos, y de arte-terapia.

** Laura Barral, quien ilustra esta sección, nació el 3 de Febrero de 1988. Es diseñadora en Comunicación Visual de la Universidad Nacional de La Plata en Argentina. Actualmente es socio-propietaria del estudio de diseño Decote Design, donde realiza trabajos de identidad corporativa, diseño de logotipo, print, vinilos, corpóreos y diseño web. En 2010 se consagró como ganadora del concurso de la cámara de comercio de la Ciudad de Tornquist (provincia de Buenos Aires).

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(alejandra daguerre / puntodincontro.mx / adaptación y traducción al italiano de alejandra daguerre y massimo barzizza)