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4 de septiembre de 2013 - Según el emperador de oriente Justiniano I  (482-565 d.C.), «nomina sunt consequentia rerum»: los nombres son la consecuencia de las cosas. Para entendernos mejor, los nombres de los objetos, de las personas, de los animales, están de alguna forma ligados a su esencia, a sus formas, a sus particularidades.

Esta máxima también es valida para varios deportes. El fútbol (calcio, en italiano), por ejemplo, debe su nombre a las patadas (calci) con las que se golpea el balón, el basket (pallacanestro) se llama así porque consiste un cesto (canestro) en el cual se intenta introducir una bola (palla), etc.

Pero, y … ¿el tenis? ¿De donde surge este nombre?

“Tennis” es un nombre de origen francés, cuya pronunciación fue inexorablemente estropeada por los ingleses. En la Francia del siglo XV, de hecho, era obligatorio, antes de poner la bola en juego, advertir al adversario gritando “tenezi!” (francés para ¡tenla! o ¡tómala!). La semejanza llevó a los primeros tenistas ingleses a modificar la dicción original “tene” a “teni”, “tenís” y después a “tenis”.

Es importante notar, por cierto, que, en Inglaterra es incorrecto llamar al tenis…tenis.

El nombre correcto, si bien se usa poco, es lawn tennis (tenis sobre césped).

Huelga decir, que, en francés arcaico, el tenis tenia otro nombre: se le llamaba “jeu de paume” (juego con la palma de la mano). Se le llamaba así porque, durante el desarrollo del partido, los contendientes se lanzaban, más allá de la cuerda que dividía a la mitad el campo, una pequeña bola de cuero, golpeándola con la mano cubierta por un guante. El juego, evidentemente, era una especie de bola mano, o si gusta, de bola cuerda (bastante practicado en Italia, particularmente en Piamonte).

Fue heredado de los griegos y de los romanos. Los orígenes helénicos son comprobados en La Odisea, en la que Homero nos narra de la bella Nausicaa, hija de Antinoo rey de los Reacios, la cual mientras juega en la playa en sjairustikh, sfairistiké, “bola a mano”, encuentra al náufrago Ulises.

También en Roma se jugaba al tenis, (sin raquetas, naturalmente) o mejor dicho se jugaba a “la bola con la palma de la mano”  (en latín, “ludus pilae cum palma”).

Mosaico de Villa romana del Casale de Piazza Armerina, en Sicilia.
Primera mitad del siglo IV d.C.

En Francia, el jeu-de-paume se convirtió rápidamente en el deporte predilecto de la corte y en el ambiente eclesiástico: son “paumistas, por ejemplo, Luis X (1289-1316-, Felipe el Hermosos (1268-1314) el Duque Carlos de Orleans (1391-1465) Francisco I (1494-1547) Enrique II de Valois (1519-1559), e mucho otros ilustres personajes, además de muchos monjes, abades y obispos. Fue precisamente un cura italiano, don Antonio Scaino de Salò, que introdujo como sustituto de la mano, alrededor de 1530-40, los battoirs, paletas de madera precursores de las raquetas actuales. Hay que señalar que la etimología de “raqueta” remonta al árabe “rahat” que significa, precisamente, “palma de la mano”.

El origen francés del tenis es revelado también por la terminología de la puntuación… inglesa.

El sistema para calcular la puntuación del tenis es, sin duda`, original y extravagante. Inicia con “love” y se procede con 15, 30, 40, intercalando algún “deuce” o un algún “advantage”. Solo entonces un jugador puede vencer un “game”.  Pero se necesita adjudicarse, igualmente, cierto numero de “sets” para ganar el “match”.

Las hipótesis,  mas o menos plausibles, sobre el origen de un sistema de puntuación tan extraño, son muchos y discordantes entre si.

Iniciemos con el 15, 30 y 40.

Según una primera tesis, la secuencia se inspira al cuadrante del reloj, siempre presente en los campos de juego. Por cada punto anotado, las agujas (una por jugador) se desplazaban un cuarto de hora: 15 minutos, 30 y 45. Cuando una aguja  cumplía una rotación completa alcanzando los sesenta minutos, se consideraba concluido el partido. (Permanece sin explicación el porque de la  puntuación 40 en lugar de la 45).

Según otra teoría, todo giraría en torno al número 60, indicativo del fin del juego, sin ninguna relación al reloj. Es necesario enfatizar que, en la Francia medieval, el 60 era un número cerrado, algo así como hoy en día el 100. (Quizás por esto el setenta en francés se dice “soixante-dix”, o sea, “sesenta y diez”.) Quince, treinta y cuarenta y cinco serian entonces fruto de la división del sesenta, donde se simplifica el 45 a 40(no se sabe porque).

Hay todavía una tercera teoría, fascinante si bien no tan creíble: el sistema de puntuación se basaría en diversos calibres de los cañones de la nave británicas. Cuando disparaban una salva, primero utilizaban cañones para proyectiles de 15 libras sobre el puente principal, después de 30 libras sobre el puente central y finalmente de 40 libras sobre el puente inferior.

Pero, preguntémonos otra cosa: porque el tenis inicia con los adversarios en “love”, tanto en el cero como en otros juegos…. ¿Tiene sentido?

También en este caso existen tres teorías de las cuales escoger.

La primera tesis afirma que “love” es una corrupción del francés “l’oeuf”, o huevo, que asemeja vagamente a un cero.

La segunda hipótesis sostiene que los tenistas toman parte del juego por puro placer, por “amor” al juego. “Por deporte”, diríamos hoy.

Según la tercera teoría, finalmente, el termino se derivaría de la expresión holandesa “iets voor lof foen”, o sea, “hacer lo que sea por recibir loas”. Dicho de otra manera: incluso si tu adversario te ha destrozado y no marcaste ningún punto, eres igualmente encomiable por haber participado en el juego. “Lo importante no es ganar, si no competir”, axioma atribuido al Marqués de Coubertin, creador de las olimpiadas modernas. 

En esta extraña horda terminológica queda al final la palabra “deuce”, o “paridad”.

Posiblemente sea derivado del francés “à deux du jeux”, o sea “a iguales puntos para ambos”. El inglés, con un enésimo estropeo del francés, lo transformó en “deuce” y así se quedó.

Wimbledon, 24 de junio de 1969. Empatados a 17 juegos, el estadounidense Pancho Gonzales toma un respiro apoyado en su raqueta durante el partido disputado en la cancha central ante su compatriota Charles Pasarell.

Una de las pocas reglas del tenis que estamos en posibilidad de explicar con certeza es el “tie-break”  (muerte súbita) porque fue introducido hace relativamente poco (1970) con el objetivo de limitar la duración de un partido. De hecho, se estipulo disputar un “tie break” para establecer al vencedor de un set cuando la puntuación es empate a seis. En este caso, se hace un “game” específico en el cual no se cuenta normalmente 15-30-45, si no 1-23, etc. Y vence quien alcanza primero los 7 puntos, con una distancia de al menos dos puntos del adversario (por ejemplo 7-5) El evento que favoreció la adopción del “tie break” fue el partido jugado en Wimbledon en 1969 entre Pancho Gonzales y Charlie Pasarell. Duró 112 “games”, y se prolongó por cinco horas y doce minutos. La partida causo aun mayor sensación porque en ese tiempo los jugadores no se sentaban entre un juego y otro: se detenían solo para beber, a pie, con prisa y furia, a un lado de la red. A discreción propia, o sea, solamente en el caso que lo desearan.

¡Cosas de otro mundo! O, mejor dicho, ¡Cosas de otro tenis!

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Historia de palabras italianas... y no, de Claudio Bosio.

 

(claudio bosio / puntodincontro.mx / adaptación de massimo barzizza y traducción al español de joaquín ladrón de guevara)