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18 de abril de 2014 - «¿El hombre? Nació para correr». Así es, no para caminar (o, al menos, no sólo para eso), sino para correr. Al igual que muchos de los animales depredadores que conocemos, nosotros también fuimos hechos para correr, rápidamente y durante mucho tiempo. Luego nuestra evolución tomó una ruta diferente y empezamos a criar, cultivar, etc. Y nos hicimos sedentarios olvidándonos que somos capaces de correr. Pero para recordárnoslo están los tarahumara, un pueblo que vive en las salvajes Barrancas del Cobre en el estado mexicano de Chihuahua»: pueden correr no sólo durante horas, sino días enteros sin detenerse. Se llaman a sí mismos «Raràmuri», es decir “pies ligeros” o “los que corren bien”.

«Es la gente más amable, más feliz y más fuerte que hay en la tierra». Quien nos cuenta la historia de los Tarahumara es Christopher McDougall, periodista norteamericano y maratonista aficionado. «Antes de una carrera no entrenan, no hacen ejercicios de estiramiento y calentamiento. Caminan hasta la línea de salida, riendo y bromeando... y luego corren como poseídos durante las siguientes cuarenta y ocho horas».

En resumen, estos formidables corredores son un misterio y son la envidia de cualquier maratonista, incluyendo los campeones africanos. Pero los Tarahumara tienen truco: una «dieta frugal basada en ratón asado (no recomendable para nuestros estómagos modernizados) e iskiate, que es una bebida en la que se mezcla agua, semillas de chía, azúcar y un chorrito de limón». ¿Eso es todo? El alma y la fuerza de los Tarahumara nos es relatada a través de las palabras de "Caballo Blanco", un discípulo de ese pueblo que aprendió a correr al igual que ellos.

«Huyeron de los conquistadores españoles de Cortés y corriendo se refugiaron en estas barrancas profundas. La carrera es su única defensa. Empiezan a correr desde niños y nunca paran. Con el pasar de los siglos han demostrado ser los más rápidos de todos, ya que siempre han logrado escapar de quienes los perseguían».

«Born to Run», también cuenta la historia de una gran carrera, la Leadville Trail 100, un ultramaratón de 160 kilómetros que se corre cada año en Colorado. «Una carrera organizada por locos y en la que participan locos». Cuenta la historia de un tal Fisher que convenció a un grupo de Tarahumara a inscribirse a la Leadville. Épico. «No es necesario ser rápidos: basta no tenerle miedo a nada», escribe McDougall. Y añade: «Así piensan, para ellos correr es natural. Les basta un poco de comida para dedicarse a lo que hacen todos los días: correr. Se ven ridículos con sus falditas y sus zapatos de cuero cuando se avientan de un acantilado como poseídos o se enfrentan a una subida durísima, pero no se detienen y van corriendo, sin descansos y rápidamente. Le ganan a cualquiera».

En su libro, McDougall cuenta también muchas otras historias de corredores famosos y no tan famosos, así como valiosos trucos para ayudar a aquellos que se enfrentan a largas distancias. Pero también describe muchas carreras épicas, difíciles, imposibles, en el desierto, a muy altas temperaturas. Competencias que muchos deciden enfrentar a pesar de (o quizás debido a) las muchas dificultades. «Uno de los Tarahumara ganó una carrera de 217 kilómetros en el desierto del Valle de la Muerte en pleno verano. Nadie logró correr más rápido que él, porque nadie es mejor que los Tarahumara». El desafío está abierto. Para todos.

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(martino spadari / lastampa.it / puntodincontro.mx / adaptación y traducción al español de massimo barzizza)