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27 de octubre de 2014 - México e Italia son líderes mundiales en el desarrollo de tecnología para investigar sitios arqueológicos inexplorados, permitiendo a los científicos visualizar lugares que hasta hoy habían permanecido inaccesibles.

El precursor, en 2013, fue el robot mexicano Tláloc II-TC, diseñado por tres jóvenes ingenieros del IPN (Instituto Politécnico Nacional) —Hugo Armando Guerra (28 años), Alberto Álvarez (24) y Francisco Castañón (30)— para explorar el tramo final del túnel que se encuentra debajo del Templo de la Serpiente Emplumada en Teotihuacan, clausurado por los habitantes de esta misteriosa ciudad hace más de mil 800 años.

Y ahora también Europa (e Italia) tienen su autómata descubridor. Su nombre es Rovina y es el resultado de un proyecto de investigación financiado por la UE y llevado a cabo por un consorcio de empresas y universidades, entre ellas la Universidad La Sapienza de Roma y Algorithmica, Srl.

Con instrumentación ad-hoc, incluyendo cámaras y láseres, y una autonomía de marcha de aproximadamente 6 horas, la primera misión de Rovina será la realización de un mapa en 3D de las catacumbas de Roma y Nápoles.

En particular, se inspeccionará la catacumba romana de Santa Priscila, que se extiende por más de 13 km a lo largo de diferentes niveles y se ha mantenido en gran parte inexplorada, debido a la alta concentración de gas radón radiactivo, que limita la intervención humana a un máximo de 15-30 minutos.

El primer prototipo estable del robot Rovina.

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(massimo barzizza / puntodincontro.mx )