15
de junio de 2015
-
El risotto es un primer plato basado en la
preparación de los granos del cereal que
constituye el alimento básico de casi la
mitad de la población humana: el arroz. Es,
en la práctica, la interpretación italiana
de un alimento prácticamente omnipresente en
el mundo, y en esta península mediterránea
se cocina hoy en varias versiones, aunque se
consume más en el norte. Su característica
principal es el aprovechamiento del almidón
contenido en los granos que, al volverse
gelatinoso debido a la cocción, los une en
un compuesto cremoso.
Entre las
diferentes calidades de arroz, hay algunas
especialmente adecuadas —en Italia y/o al
nivel del mar— para la preparación del
risotto (Arborio, Baldo, Carnaroli,
Maratelli, Rosa Marchetti, Sant'Andrea,
Vialone enano). Es importante tomar en
cuenta que, en el Distrito Federal y otras
ciudades mexicanas, la baja temperatura a la
que hierve el agua (aproximadamente 93-95°C
debido a la altitud superior a los 2,000 m)
puede causar efectos no deseados en su
cocción, por lo que es recomendable
experimentar con diferentes variedades, no
necesariamente provenientes del país de la
bota (el arroz precocido podría ser una
buena opción). Los demás ingredientes varían según la
receta que se quiere preparar.
Hay, en
principio, acuerdo sobre el procedimiento
general, que implica el precalentamiento
(tostado) en un recipiente con grasa
(generalmente mantequilla o aceite) y una
cocción, con lumbre muy baja, del arroz y
del componente graso (de origen animal,
vegetal o mixto), que debe llevarse a cabo
añadiendo poco a poco un líquido (caldo o
jugo), necesario para permitir su absorción
en los granos, que se cocinan así en un
entorno equilibrado de humedad constante.
Parece que el
arroz fue introducido en Italia —en Nápoles—
por los aragoneses, en el siglo XIV. Su
utilización entre los habitantes de esta
ciudad, sin embargo, fue suplantada por la
de la pasta, que en aquellos años se estaba
consolidando en el Sur de la península. El
cultivo de esta planta por lo tanto emigró
hacia el norte, donde ya era conocida como
fármaco, y ahí se estableció
permanentemente, favorecido por la
abundancia de agua, esencial para su
crecimiento. Y así el uso de este cereal
como alimento se difundió principalmente en
el norte de Italia.
En cuanto a la
historia de la receta —dado que el arquetipo
y prototipo del risotto es, sin duda, su
versión “a la milanesa”—, cuenta la leyenda
que a partir de 1385 comenzaron a
establecerse en Milán artistas, arquitectos,
albañiles, pintores, vidrieros, etc. para
contribuir a las operaciones de la “Fábrica
del Duomo”, una obra de construcción enorme
que permaneció abierta durante décadas.
Entre los que llegaron había un artesano
flamenco de Lovaina, llamado Valerio
Perfundavalle, de profesión pintor de
vitrales. Para dar a sus amarillos un toque
brillante, Perfundavallle utilizaba azafrán.
En Milán se trabajaba duro desde entonces, y
la pausa para el almuerzo era bastante corta
(no había sindicatos), por lo que nuestro
pintor solía comer un poco de arroz de su
lonchera, sin bajar del andamiaje suspendido
entre la tierra y el cielo. Un día, por
accidente, un poco del azafrán que utilizaba
para las ventanas se le cayó al recipiente
donde guardaba su comida.
La leyenda no
menciona detalles acerca de la reacción de
nuestro héroe (tal vez se explayó en
maldiciones en flamenco, seguramente en voz
baja, considerando el lugar en el que se
encontraba), pero... el arroz de color
amarillo parecía apetitoso. ¿Y el sabor?
Perfundavalle vaciló. Luego pensó: «¿Qué
daño puede hacerme? Es una planta». Así que
lo probó y le gustó mucho. A partir de ese
día, sus vitrales fueron un poco menos
amarillos, y sus arroces lo fueron más. La
voz, por supuesto, se difundió y el azafrán
llegó a la cocina. Esta historia es
seguramente falsa, de la primera a la última
palabra, pero tuvo éxito, ya que combina dos
características famosas de Milán: el Duomo y
el risotto.
Lo que sí es
cierto, sin embargo, es que en 1791 este
plato ya era una preparación tradicional en
Piamonte y la familia Saboya lo acostumbraba
servir a medianoche, durante las recepciones
que ofrecía en sus palacios de Turín. Se
debe a Pellegrino Artusi, a finales del
siglo XIX, la receta actual en la que se
cocina en una cazuela partiendo de una
fritura de base con cebolla picada a la que
hay que añadir el arroz y, poco a poco, el
caldo.
La receta del risotto con azafrán (a
la milanesa)
Ingredientes para 4 personas
|
125 g de mantequilla
|
|
1 litro de caldo de res o de pollo
caliente |
|
1 cebolla |
|
150 g de parmesano rallado
|
|
Algunas hebras de azafrán entero
|
|
1 sobre de azafrán molido
|
|
350 g de arroz
|
|
200 ml de vino blanco seco
|
Preparación
Piquen finamente la cebolla, luego derritan
a fuego lento 80 g de mantequilla, teniendo
cuidado de que no llegue a freírse y a
quemarse. Agreguen la cebolla picada y dejen
que se dore, revolviendo constantemente con
una cuchara de madera.
Añadan el arroz para que también se dore,
absorbiendo la mantequilla. A continuación
suban la lumbre y remojen el arroz con el
vino. Dejen evaporar y añadan 2 cucharones
de caldo caliente. Sin dejar de revolver,
cuando el caldo haya sido absorbido,
agreguen 2 cucharones adicionales. Esta
operación debe repetirse hasta completar la
cocción.
Cuando la consistencia del arroz se acerque
al punto deseado, disuelvan el azafrán en un
poco de caldo y viértanlo en el risotto,
mezclándolo bien. Una vez alcanzado el punto
de cocción deseado, retire del fuego y
añadan el queso parmesano y la mantequilla
restante.
Llegados a este punto, prueben el arroz y,
si es necesario, agreguen sal. Aconsejamos
hacer esto hasta el final, ya que durante la
cocción el arroz habrá estado absorbiendo
caldo y podría resultar demasiado
condimentado si agregan sal antes.
Antes de servir, dejen reposar por unos
minutos, para que agarre más sabor.
Espolvoreen los platos de risotto que
llevarán a los comensales con algunas hebras
enteras de azafrán para decorarlos.
(massimo barzizza / puntodincontro.mx)
|