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Serendipity is looping in a haystack for a needle
and discovering a farmer’s daughter.

La serendipia es buscar una aguja en un pajar
y... encontrar a la hija del granjero.
Julius Comroe Jr., 1976

 

23 de abril de 2013 - No es tan raro que el descubrimiento de la calidad de un fármaco ocurra en modo casual. Puede en efecto suceder que, mientras se esta buscando confirmar experimentalmente la eficacia farmacológica de una sustancia especifica, estudiada ad-hoc para contrastar algunas patologías, se descubra que la misma sustancia tenga efectos inesperados en otro campo de aplicación, totalmente distinto. Existe un neologismo, poco usado en italiano pero muy frecuente en el ingles para indicar situaciones similares: serendipity [1].

Un caso asombroso del “serendipity” es aquel del famoso fármaco contemporáneo que durante ensayos clínicos mostró una eficacia bastante escasa para curar la angina pectoris (para la cual había sido estudiado y sintetizado) y que, por el contrario, resultó ser un remedio milagroso en la terapia de algunas disfunciones sexuales masculinas.

 

 

Para los químicos un nombre aparentemente complicado: 1-1[4-etoxi-3-(6,7-dihidro-1-metil-7-oxo-3-propil-1H-pirazol[4,3-d]pirimidin-5-il) fenilsulfonil]-4-metilpiperazina. Es definible como citrato de sildenafilo y corresponde a la formula C22H30N6O4S.

Los farmacéuticos, muchos más pragmáticos, prefieren llamarlo por su muy popular nombre comercial: VIAGRA. Por cierto, se calcula que, a partir de 1998, cuando salió a la venta, hasta el día de hoy, se han consumido más de 1,9 mil millones de píldoras a nivel mundial por alrededor de 40 millones de hombres, siendo Italia la tercera en consumo en Europa, después de Inglaterra y Alemania.

Tal vez no todos sepan que los sexo terapeutas contemporáneos tienen un precursor peculiar en un medico escocés, el Dr. James Graham (1745-1794). En honor a la verdad, no era realmente un medico. De hecho, apenas un veinteañero, interrumpió sus estudios universitarios para dedicarse a la farmacéutica. Pero el éxito de la iniciativa fue muy poco provechoso: destilar hierbas, preparar ungüentos y decocciones y sopesar polvos, no era para el. Abandono esta actividad y cruzó el atlántico en busca de mejor fortuna en las Colonias Norteamericanas.

Regresó a su patria en 1776, en condiciones económicas tan opulentas para permitirle emprender una nueva actividad en el campo medico: tratamientos de vanguardia para la cura de pacientes (de preferencia, adinerados) de la “sexualidad ineficiente”. Estaba convenido, de hecho, de haber desarrollado una terapia basada en electricidad, que había (quien sabe como) elaborado asistiendo a las lecciones del reverendo Ebenezer Kinnersley (1711-1778), un colaborador de Benjamín Franklin. Según Graham, la electricidad era una especie de panacea para todos los padecimientos de la esfera sexual ya sean masculinos o femeninos. La teoría que había desarrollado afirmaba que el líquido seminal estaba dotado de propiedades magnéticas y que la atracción sexual no era ,más que una descarga eléctrica entre los cuerpos de dos amantes.

En general, sin profundizar en estos principios teóricos, proclamaba que todos los padecimientos sexuales, como la infertilidad y la impotencia, se debían a disfunciones eléctricas “dentro del aparato sexual”. De estos fenómenos físicos dependían, según su opinión, también aquellos psicológicos, de no menor importancia. Estos últimos, (disforia, depresión), etc.) podrían ser corregidos con la visión de imágenes excitantes, con efluvios de perfumes y con melodías idóneas, mas que con alimentación apropiada y un training oportuno. Per sobretodo había que asegurarse que los órganos sexuales del paciente estuvieran “en orden”. Este presupuesto era alcanzable mediante lavados periódicos con… champaña helada (!). Para comprobar en la practica sus ideas, Graham abrió una clínica particular en Londres, conocida como el Temple of Health and Hymen.

 

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Entre las varias terapias practicadas en esta clínica, estaba la “Celestial Bed” , una cama, suspendida por medio de imanes, que daba ligeras descargas eléctricas.

En esta extraña alcoba, dos amantes, a través de su movimiento activaban metalófonos adornados con escenas eróticas, esparciendo música y perfumes. Oficialmente, la terapia estaba destinada a las parejas, pero resulto que de 200 pacientes, solo 6 eran mujeres, y que las denominadas “diosas de la salud y del amor”, bellísimas jóvenes que Graham contrataba para que asumieran comportamientos provocativos, desarrollaban en realidad un rol mas activo.

 

George Romney. Emmy Lyon, más tarde Lady Hamilton.1783.

 

Entre las “diosas” figuraba Emmy Lyon, (1765-1815) que con el tiempo fue conocida como Lady Hamilton, mujer del embajador británico en la corte borbónica de Nápoles, así como amante del almirante Horacio Nelson. Eran dos “personajes” aparentemente disímiles: El, héroe de la Batalla de Trafalgar, era ciego de un ojo y manco, Ella, (a juzgar por como fue retratada por el pintor George Romney) era de una belleza deslumbrante. Había escalado bien la pirámide social, tomando en cuenta que provenía del más prestigioso burdel londinense de la época, el de Madame Kelly en los alrededores del Hotel Ritz.

De todos modos, no debe sorprendernos que en el Temple of Health & Hymen se estimulara más la curiosidad de la sociedad hedonista que los intereses de los verdaderos pacientes y que coleccionara mas escándalos y fracasos que curaciones. El desastre era inevitable: en 1784, abrumado por las deudas, Graham vendió todo y se refugió en Edimburgo, Escocia, donde pasó un tiempo en prisión y donde murió solo, a los 49 años. ¡Y pensar que —además de darles una eficiencia sexual vigorizada— garantizó a todos sus pobres pacientes (”pobres” en sentido figurado) también una longevidad casi sempiterna!

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[1] Serendipity. Palabra acuñada en 1754 por el escritor Horace Walpole, inspirado en la fabula persa “Tres Príncipes de Serendipia”, de Christophero Armeno. La fabula narra las aventuras de tres príncipes, hijos del Rey de Serendipia (la actual Sri-Lanka), caracterizadas por eventos imprevistos y peligrosos, resueltos, afortunadamente, con astucia e inteligencia. Serendipia, por lo tanto, en sentido figurado, significa describir (con lucro) una cosa no buscada e inesperada mientras se busca otra.

 

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(claudio bosio / puntodincontro.mx / adaptación de massimo barzizza y traducción al español de joaquín ladrón de guevara)