El Arzobispo Gallagher: «La Iglesia colabora con México»

Mons. Gallagher: «La Chiesa collabora con il Messico» / Foto: Puntodincontro

15:03 hrs. - En ocasión de la celebración «de la primera fiesta del Papa desde la elección de León XIV», Mons. Paul Gallagher —secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede en misión en México— se dirigió a un nutrido grupo de representantes eclesiásticos, funcionarios públicos, miembros del cuerpo diplomático y de la sociedad civil reunidos en la Nunciatura Apostólica de la capital del país latinoamericano.

«Muy buenas tardes. Es un profundo honor estar hoy ante ustedes en esta tierra rica de historia, cultura y profundas raíces espirituales para celebrar la primera fiesta del Papa en esta nunciatura desde la elección de su santidad, el Papa León XIV. Deseo agradecer a su excelencia, Monseñor Spiteri, a sus colaboradores y personal por la labor realizada para organizar esta recepción y el resto de mi visita a esta gran nación».

«Permítanme, en primer lugar, expresar la gratitud de la Santa Sede por la presencia de todos ustedes aquí. Su presencia es de testimonio no solo de la amistad con la nunciatura y la fraternidad entre las naciones, sino también del reconocimiento del papel único y perdurable que desempeña la iglesia católica en el diálogo internacional. Me complace transmitirles la oración y la buena voluntad de su Santidad, quien inicia su pontificado con el corazón abierto a todos los pueblos y con la mirada fija en la justicia, la reconciliación y la paz».

«Es un privilegio estar aquí en México, una nación donde la fe se encuentra arraigada en los corazones de millones de personas, donde la iglesia ha acompañado al pueblo tanto en las penas como en los triunfos y donde la historia da testimonio de una nación marcada tanto por la complejidad, como por un profundo afecto mutuo».

«Hablar de Iglesia en México es hablar de ciclos de fe vivida, cultura y testimonio. Desde la llegada de los primeros misioneros, a principios del siglo XVI, el Evangelio se proclamó en estas tierras, no solo como una doctrina abstracta, sino como un encuentro con el Dios vivo y como un llamado a la justicia, a la misericordia y a la dignidad humana. Los primeros misioneros de la iglesia, como Fray Juan de Zumárraga, en el primer arzobispo de México, sentaron las bases no solo de las estructuras eclesiásticas, sino también de escuelas, hospitales y protección para los pueblos indígenas, a pesar de las fallas y deficiencias tan evidentes en gran parte de la historia colonial. ¿Y cómo podemos hablar de fe en México sin mencionar a Nuestra Señora de Guadalupe cuya aparición en 1531 marcó un punto de inflexión, no solo para la evangelización, sino para la profunda inculturación de la fe? Su imagen, sus palabras, su mirada maternal, no fueron impuestas, sino aceptadas, no eran ajenas, sino familiares. Ella es el puente entre los pueblos y la protectora de los pobres y sigue siendo, hasta el día de hoy, el símbolo más poderoso de unidad entre la iglesia y el pueblo de México».

«A lo largo de los siglos la Iglesia en México ha sido una fiel compañera de su pueblo, en medio de la independencia, la revolución y la reforma social. Desde la supresión de la práctica religiosa durante el siglo XX hasta el testimonio de tantos mártires, la iglesia ha vivido sin duda las vicisitudes de la historia en esta tierra».

«La Iglesia sigue estando presente en las aulas, en los hospitales, en el campo y en las ciudades, siempre buscando proclamar que cada persona está hecha a imagen y semejanza de Dios. En este sentido, la Santa Sede reafirma su compromiso de colaborar con el gobierno y el pueblo de México sobre la base del respeto mutuo, los valores compartidos y la búsqueda común de la paz y el desarrollo humano integrado».

«Las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y México se restablecieron formalmente hace poco más de 30 años, en 1992, tras un largo paréntesis histórico. Desde entonces, los lazos se han fortalecido, se han vuelto más transparentes y fructíferos. México ha desempeñado un papel clave en la promoción del diálogo y la paz en América Latina, particularmente en contextos de conflicto y migración. En nombre del Papa León reafirmo nuestra voluntad de caminar juntos, especialmente en defensa de los pobres, los migrantes, los indígenas, las víctimas de la violencia y todos aquellos que se encuentran en las periferias de la sociedad».

«La Iglesia, por su parte, seguirá abogando por los principios del Evangelio, la dignidad humana, la solidaridad y el bien común. En estos tiempos de polarización y fragmentación social, estos principios son más necesarios que nunca. Somos conscientes de que nuestro mundo actual está marcado por inmensos desafíos, que han sido definidos como las heridas silenciosas de la humanidad: la pobreza, la violencia, la devastación geológica y la omisión de la verdad en el discurso público».

«México conoce profundamente estos desafíos. Las heridas causadas por el crimen organizado, la corrupción y la desigualdad económica son reales, pero también lo es la resiliencia del pueblo mexicano y es aquí, una vez más, donde la Iglesia debe caminar junto a la sociedad civil y al Estado, no para dominar, sino para servir, no para imponer, sino para acompañar».

«En esto, la comunidad diplomática desempeña un papel vital. Gracias a los esfuerzos de muchos aquí presentes, se pueden abrir canales de paz y cooperación, se pueden abordar las crisis antes de que se conviertan en catástrofes. El Papa León cree profundamente en el multilateralismo como un medio para garantizar que ninguna nación, ningún pueblo, ni ningún clamor de los pobres sea ignorado».

«Siguiendo la visión del Papa Francisco, ahora continuada por el Papa León, la Iglesia busca promover una cultura de encuentro, un enfoque que prioriza la escucha, porque cuando escuchamos, realmente escuchamos las experiencias de quienes sufren, los desplazados, los explotados, los migrantes, los familiares de los desaparecidos, comenzamos a ver el rostro de Cristo en ellos. Y sólo entonces la política puede formularse no como un ejercicio de poder, sino como un acto de justicia. Queridos amigos, México es una nación donde han brotado flores de la sangre de los mártires y donde la esperanza ha triunfado sobre las dificultades».

«La Iglesia en México no ha sido perfecta, pero ha perseverado con el pueblo y para el pueblo. Trabajemos juntos, gobiernos, comunidades de fe y sociedad civil, para forjar un camino digno de la dignidad de la humana que todos apreciamos. Recordemos que la política y la diplomacia son, en su mejor expresión, expresiones de amor por quienes servimos. Y no olvidemos que, en cada niño, cada migrante, cada víctima de violencia no encontramos una estadística, sino una hermana o un hermano».

«Termino con las palabras que Nuestra Señora de Guadalupe dirigió a San Juan Diego hace casi quinientos años: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi protección?”. Que su intercesión nos guíe y que el pontificado del Papa León sea de renovación, compasión y paz. Muchísimas gracias».

Foto: Puntodincontro

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