05:43 hrs. – Los grupos étnicos indígenas de México son particularmente vulnerables a los cambios en el estilo de vida y la dieta que se han producido en los tiempos modernos. Tan es así que, en algunos casos, las adaptaciones biológicas desarrolladas a lo largo de milenios por sus antepasados y heredadas ya no son ventajosas en la actualidad y representan un riesgo para su salud.
Así lo demuestran los resultados de un nuevo estudio internacional coordinado por investigadores de la Universidad de Bolonia, Italia, —publicado el 1 de octubre de 2021 en la revista Molecular Biology and Evolution— y señalado el 1º de noviembre de 2021 como “Research Highlight” por la revista Nature Ecology & Evolution.
Los académicos analizaron los genomas de aproximadamente trescientos individuos pertenecientes a 15 grupos étnicos mexicanos para reconstruir sus historias evolutivas y comprender cómo pueden haber contribuido a influir en sus respuestas a los cambios globales que están teniendo lugar.
«Centramos nuestra atención en particular en comunidades indígenas no mezcladas, cuya herencia genética podría representar una aproximación lo más cercana posible a la de las poblaciones pertenecientes a las principales civilizaciones prehispánicas que se desarrollaron en México, incluyendo los mayas y los aztecas», explica Marco Sazzini, profesor del Departamento de Ciencias Biológicas, Geológicas y Ambientales de la Universidad de Bolonia y coordinador del estudio.
De esta forma fue posible investigar la base genética de las características biológicas propias de estos pueblos, que sus antepasados evolucionaron durante miles de años antes de la llegada de los europeos al continente americano».
Adaptaciones biológicas y cambios globales: un enfoque evolutivo
Gracias a la acción de la selección natural, estas poblaciones desarrollaron peculiaridades biológicas que les permitieron adaptarse con el tiempo a las condiciones ambientales y sociales en las que se desarrollaron sus civilizaciones. Sin embargo, la transformación radical de estas condiciones en la era moderna y los cambios globales que todavía tienen lugar hoy han sido tan rápidos que no han permitido una mayor adaptación.
Los resultados obtenidos por los académicos muestran que numerosas características biológicas de los pueblos indígenas mexicanos, incluyendo la susceptibilidad a algunas enfermedades, fueron influenciadas de manera diversa por su compleja historia evolutiva: una serie de datos que ahora podrían resultar útiles para desarrollar acciones específicas en campo médico.
«La información que hemos recopilado puede ser utilizada para desarrollar iniciativas de prevención específicas para cada grupo étnico, con miras a la medicina personalizada», confirma Claudia Ojeda-Granados, investigadora postdoctoral en la Universidad de Bolonia, con el apoyo de una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) de México, y primera autora del estudio.
«Investigaciones como ésta demuestran la efectividad de un enfoque evolutivo en el estudio de las enfermedades, que es complementario, y no alternativo, al de la investigación biomédica», agrega el profesor Sazzini. «Este enfoque es de hecho útil para profundizar la comprensión de los riesgos para la salud humana relacionados con los cambios ambientales, ecológicos y culturales que nuestro planeta y todas sus poblaciones han encontrado en los tiempos modernos».
Diferentes entornos y culturas plasman rasgos biológicos distintos
Al analizar el genoma de aproximadamente trescientos individuos pertenecientes a 15 poblaciones indígenas mexicanas, los investigadores identificaron una serie de macrogrupos de poblaciones homogéneas dentro de ellas desde el punto de vista genético. De esta manera fue posible examinar colectivamente poblaciones que presuntamente tuvieron una historia evolutiva común: pueblos que vivieron durante miles de años en regiones geográficas vecinas, experimentando condiciones ambientales y organizaciones sociales muy similares y tejiendo una densa red de migraciones e intercambios comerciales.
«Estos análisis nos permitieron evidenciar que los Seris y los Rarámuri, etnias de diferentes regiones del norte de México, así como cinco poblaciones originarias de las regiones centrales —entre las cuales se encuentran los Nahuas, descendientes de los aztecas— y ocho poblaciones que ocupan las regiones del sur —incluyendo a los descendientes de los antiguos mayas y zapotecas—, tuvieron historias independientes de adaptación biológica a sus respectivos contextos ecológicos y culturales», explica Stefania Sarno, investigadora del Departamento de Ciencias Biológicas, Geológicas y Ambientales de la Universidad de Bolonia, quien participó en la investigación.
I Seri, ad esempio, hanno mostrato modificazioni peculiari in molti geni convolti nel metabolismo degli zuccheri, nei processi fisiologici legati alla percezione del gusto dolce e nella regolazione del livello di glucosio nel sangue. Una serie di caratteristiche evolute probabilmente in risposta ad una dieta che fino alla metà del secolo scorso è stata basata prevalentemente sul consumo di frutta, semi e piante succulente. Un modo, insomma, per ridurre i rischi associati ad un regime alimentare ricco di zuccheri.
Mujeres seris en el Estado de Sonora
I Rarámuri (conosciuti anche come Tarahumaras) sono invece un gruppo semi-nomadico: coprono lunghe distanze nel corso di spostamenti stagionali e il mais è la loro fonte primaria di cibo. Nel loro genoma, gli studiosi hanno individuato combinazioni uniche di varianti su geni che regolano il metabolismo energetico, il consumo di ossigeno e la temperatura corporea durante uno sforzo fisico intenso e duraturo. Ma anche modificazioni genetiche che potenziano il funzionamento della barriera intestinale, lo strato di cellule dell’intestino che ha il compito di garantire l’assorbimento dei nutrienti e di bloccare l’entrata nel sistema circolatorio di sostante nocive. Questa barriera intestinale è il principale bersaglio delle micotossine che possono svilupparsi quando il mais viene conservato per lungo tempo.
Foto extraída del artículo Las Tradiciones y la Cultura del Pueblo Tarahumara de Eddie De Leon
Adattamenti genetici risultati invece svantaggiosi nel contesto degli stili di vita contemporanei sono quelli osservati nelle popolazioni delle regioni centrali del Messico.
El consumo habitual —en el contexto de prácticas religiosas y de la medicina tradicional— de plantas con efecto psicoactivo endémicas de estas regiones y de bebidas alcohólicas fermentadas, determinó a lo largo de los milenios el mantenimiento de variantes en los genes que codifican los receptores de glutamato metabotrópicos y de la dopamina y que modulan los mecanismos inhibidores de los sistemas de neurotransmisión relacionados.
Estas características que permitieron incrementar la tolerancia a los efectos nocivos de estas sustancias, confiriendo —sin embargo— un mayor riesgo de desarrollar adicciones. Este riesgo se ha visto agravado por la reciente transformación de las dietas tradicionales que ha provocado un aumento del consumo de alcohol y alimentos que pueden conducir al desarrollo de adicciones patológicas.
Finalmente, las etnias originarias del sur de México cuentan con combinaciones de variantes genéticas capaces de optimizar las respuestas inmunes frente a patógenos endémicos de esta zona geográfica, como el tripanosoma responsable de la enfermedad de Chagas y el protozoario causante de la leishmaniasis cutánea.
A diferencia de lo que ocurre en diversas poblaciones de América del Sur, donde estas enfermedades están muy extendidas y con frecuencia tienen consecuencias peligrosas, en las poblaciones del sur de México los individuos infectados generalmente no presentan comorbilidades graves en el caso de la enfermedad de Chagas o incluso desarrollan leishmaniasis en forma asintomática.
Los protagonistas de la investigación
La investigación, publicada con el título Dietary, Cultural and Pathogens-related Selective Pressures Shaped Differential Adaptive Evolution Among Native Mexican Populations, fue coordinada por Marco Sazzini, profesor del Departamento de Ciencias Biológicas, Geológicas y Ambientales (BiGeA) de la Universidad de Bolonia y perteneciente al Alma Mater Research Institute on Global Challenges and Climate Change.
Claudia Ojeda-Granados firmó el trabajo como primera autora, tras recibir una beca postdoctoral de dos años del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) de México para trasladarse a Bolonia y participar en el proyecto realizado en el Centro de Biología Genómica de BiGeA, en colaboración con el programa de Biología Integrativa del Cinvestav. Los investigadores del BiGeA Stefania Sarno, Paolo Abondio y Sara De Fanti también contribuyeron al estudio para la Universidad de Bolonia.
Finalmente, colaboraron en la investigación Alice Setti del Departamento de Biología Celular, Computacional e Integrada de la Universidad de Trento, Guido Alberto Gnecchi Ruscone del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania), Héctor Rangel-Villalobos de la Universidad de Guadalajara (México), junto a Eduardo González-Orozco, Andrés Jiménez-Kaufmann y Andrés Moreno-Estrada del Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad del Cinvestav.