Anahí Caldú entrevistada por EduINAF sobre divulgación científica en México

Anahí Caldú entrevistada por EduINAF sobre divulgación científica en México

14:20 hrs. – La científica mexicana Anahí Caldú Primo, que hoy se dedica a la divulgación de la astronomía en la Universidad de Viena, Austria, fue entrevistada por Claudia Mignone para EduINAF, la revista del Istituto nazionale di astrofisica, el principal organismo público italiano de investigación en el campo de los fenómenos de la materia celeste.

En el pasado, Caldú ocupó diversos roles en el ámbito de la comunicación científica en su país, forjando lazos duraderos con comunidades marginadas para tratar de cerrar la brecha entre ciencia y sociedad.

En la conversación, publicada hoy en Italia, la académica aborda el tema de cómo acercar la ciencia y la astronomía a un público más amplio, describiendo, además, características interesantes de sus experiencias en México.

Empecemos por tu carrera: ¿qué te llevó a tu trabajo actual, la comunicación de la astronomía al público?

Empecé a estudiar física porque quería convertirme en astrónoma. Me titulé e hice una maestría en la UNAM, la Universidad Nacional Autónoma de México, y luego me mudé a Alemania para un doctorado en el Instituto Max Planck de Astronomía, en Heidelberg. En México ya había participado en muchas iniciativas de difusión, comenzando con un gran evento con motivo de un eclipse lunar en 2008 y luego la primera Noche de las estrellas en 2009, durante el Año Internacional de la Astronomía. Ese fue mi primer encuentro con la divulgación: me presenté con un láser verde, hablando con la gente y mostrándoles las estrellas visibles desde la Ciudad de México, ¡que no son muchas!

Siempre me gustó la divulgación, pero durante el doctorado descubrí que, si bien la investigación es muy emocionante, no era lo que más me hacía feliz. Entonces decidí seguir mi carrera en la divulgación: estaba en Alemania en ese momento y era un poco difícil debido al idioma, así que primero conseguí un trabajo en una empresa de ingeniería de sistemas ópticos, luego me mudé a México para dedicarme a la difusión en el Instituto de Radioastronomía y Astrofísica de Morelia, en el Estado de Michoacán. Era el 2017 y desde entonces he estado trabajando tiempo completo en la divulgación. Me quedé en Morelia un año y medio, luego me mudé a la Ciudad de México, donde fui jefe de divulgación en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, pero al final en este trabajo había más política que divulgación y eso no me emocionó. Regresé al Instituto de Astronomía de la UNAM por un año y ahora estoy en Austria desde julio, donde me encargo de la difusión en el Instituto de Astrofísica de la Universidad de Viena.

¿Podrías describir brevemente a quienes nos leen las comunidades astronómicas en los tres países que mencionaste —México, Alemania y Austria— y el papel de la divulgación en estas naciones?

La comunidad astronómica es en realidad muy diferente en los tres países en los que he vivido. En México, la Universidad Nacional (UNAM) es enorme: hay dos institutos dedicados repartidos por todo el país, el Instituto de Astronomía y el Instituto de Radioastronomía y Astrofísica, y también hay otros institutos de investigación en varios Estados. Son muy diferentes de los institutos similares en Europa, en el sentido de que hay muchos más puestos de investigadores a largo plazo y muchos menos puestos a corto plazo: en el instituto de astronomía más grande de México hay alrededor de 50 investigadores y solo alrededor de 15 becarios de investigación. La comunidad es muy grande y variada: el porcentaje de mujeres, por ejemplo, es muy alto. La astronomía en México tiene una tradición muy antigua, desde mucho antes de la llegada de los europeos al continente: la gente está muy interesada en las pirámides y en la posición del Sol y las estrellas en relación a las pirámides, por lo que hay mucho interés de parte del público hacia la astronomía. La difusión juega un papel central en los institutos de investigación en México: por ejemplo, la Noche de las estrellas generalmente se lleva a cabo en noviembre e involucra alrededor de 120 ubicaciones en todo el país, con institutos de investigación y también sociedades astronómicas e instituciones científicas locales. La difusión de la astronomía en México es muy bien recibida.

Mi experiencia en Alemania fue solo como estudiante de doctorado, una forma diferente de interactuar con la comunidad. La comunidad astronómica es muy grande, es un país rico con mucha actividad investigadora, pero también fue el primer lugar donde me di cuenta de que los grupos se construyen con menos investigadores senior y una gran cantidad de postdoctorados y estudiantes, lo cual es muy diferente a lo que pasa en México. También hay menos mujeres: hay algunas mujeres “líderes de grupo”, pero claramente la mayoría son hombres. En términos de divulgación, estuve en el Max Planck of Astronomy y justo enfrente está la Casa de la Astronomía, un edificio totalmente dedicado a la divulgación y enseñanza de esta ciencia. Para mí, fue la primera vez en la que descubrí que realmente se puede trabajar en el campo de la divulgación y no solo como actividad secundaria: es realmente fantástico. Creo que no había muchos eventos en el Max Planck, quizás por el idioma no me involucré tanto, pero recuerdo que en el instituto solo había un Open Day cada dos años y ocasionalmente visitas de estudiantes.

En Austria, para concluir, llegué recientemente, así que todavía estoy tratando de conocer a la comunidad. Una cosa que me impactó es que aquí en el instituto hay seis profesores titulares y todos son hombres: parece algo del siglo pasado. Es un país mucho más pequeño que Alemania y México, pero la astronomía está bien ubicada, aunque el instituto no es enorme: los profesores tienen grupos con muchos becarios de investigación y estudiantes, como en Alemania, quizás los profesores aquí juegan un papel aún más fuerte. Por otro lado, hay mucho interés en la divulgación. Había un profesor que trabajaba mucho en esta área: Thomas Posch, lamentablemente falleció hace un par de años, así que no pude llegar a conocerlo, pero me han dicho cosas maravillosas acerca de él. Tenía dos doctorados, uno en astronomía y otro en filosofía, estaba muy interesado en la historia de la astronomía y siempre impulsó mucho la difusión aquí en Viena. Espero poder continuar con su trabajo.

¿Cuáles crees que son los principales desafíos para la divulgación de la ciencia en la actualidad?

En general, creo que uno de los principales retos es reconocer la importancia de la difusión: no se trata solo de organizar eventos y realmente ayuda mucho tener una formación científica para llevar a cabo este tipo de trabajo. Por lo general, cuando las personas piensan en la divulgación, piensan en los niños: la divulgación está relacionada con los niños. Entiendo esto y creo que los niños son un grupo muy importante que tiene que ser atendido, pero el alcance es mucho mayor. A mi modo de ver, he trabajado principalmente en instituciones públicas (la ciencia tiene lugar principalmente en instituciones públicas) y la divulgación es una forma de devolver a la sociedad lo que la sociedad paga a la ciencia a través de los impuestos.

Lamentablemente, no todos tenemos la oportunidad de seguir una carrera científica y creo que retribuir a la sociedad debería ser una prioridad en este sentido. Un gran desafío para los científicos es comprender la importancia de su posición. Hoy en día, con la gran cantidad de canales de comunicación disponibles en Internet y la gran cantidad de fake news, es aún más importante brindar información científica a las personas.

Hace unos años, cuando estabas trabajando en Morelia, en el Estado mexicano de Michoacán, realizaste un proyecto de difusión muy interesante. Cuéntanos acerca de él.

Hay enormes desigualdades en todo México y yo diría que Michoacán es un claro ejemplo de ello. Es un Estado muy rico: es el primer productor mundial de aguacates —la tierra es muy fértil— que se exportan principalmente a los Estados Unidos, una característica que al mismo tiempo lo vuelve ideal para el narcotráfico. Es una región plagada de violencia, hay zonas a las que realmente no se puede ir porque son demasiado peligrosas. La capital, Morelia, es muy hermosa y segura y hay dos grandes universidades: la UNAM tiene un campus allí y también está la Universidad Michoacana. Pero tan pronto como sales de la zona urbana, realmente comienzas a ver la realidad del Estado: la mayoría de las personas no tienen acceso a estas universidades, no están en contacto con ninguna de las actividades del campus. Por lo tanto, uno de mis objetivos era encontrar una manera de llegar a un público más amplio, es decir, a personas que generalmente no tienen la oportunidad de participar en estas actividades.

El primer proyecto en el que trabajé cuando estuve en la Colonia Tenencia de Morelos, un barrio marginado y muy pobre justo al lado del campus. La UNAM organiza muchas actividades de divulgación en la universidad, pero la gente de este barrio nunca llegaba. Nuestra idea era llevar las actividades al barrio, para que la gente no tuviera que moverse, y tratar de establecer un vínculo con la comunidad para que luego las personas quisieran venir a la universidad. El proyecto se llevó a cabo en colaboración con otros institutos, cubriendo muchos temas diferentes: ecología, matemáticas, geografía y más. El motivo era tener continuidad, para poder ir al barrio cada dos meses con diferentes temas y actividades.

¿Y cómo les fue?

Para que la gente supiera que íbamos a venir, tuvimos que hablar con los lugareños y las autoridades locales para encontrar los canales de comunicación adecuados: anunciar el evento, por ejemplo, en Facebook, si ahí no usan Facebook ni siguen el canal del instituto equivaldría a no decírselo a nadie. Entonces usamos el megáfono, o mejor dicho, le dimos la información a las autoridades locales y ellos usaron el megáfono, como suelen hacer para difundir la información en el barrio. También fuimos a la carnicería local y colgamos carteles.

Fue una gran experiencia, también porque pasamos mucho tiempo en la colonia. No nos limitamos a presentarnos, charlar media hora y luego irnos: no, realmente pasamos allí toda la mañana o la tarde, cada dos meses, con muchas actividades diferentes. Hubo conferencias pero también observaciones con telescopios en el caso de la astronomía, muestras de rocas para la geografía, etc. Esto nos dio la oportunidad de hablar con la gente: hablamos de ciencia, pero ellos también nos dijeron lo que hacen en la vida. Fue muy informativo. Una forma en que mido el éxito de esta iniciativa es que después de que comenzamos a organizar estos eventos, la gente del vecindario también comenzó a asistir a las actividades en el campus. El año pasado, por supuesto, las actividades tuvieron que detenerse debido a la pandemia, pero realmente espero que puedan comenzar de nuevo.

¿Quieres contarnos acerca de otras iniciativas de divulgación que organizaste en Morelia?

Otro proyecto que comencé allí, y que luego tuve que “dar en adopción” cuando me fui a la Ciudad de México, tenía como objetivo llegar a las comunidades fuera de la ciudad. Se denominó “Intercambio de conocimientos” y buscaba crear puentes y vínculos con comunidades muy diferentes a las que estamos acostumbrados a ver en la ciudad. Una de estas comunidades es muy conocida por su artesanía en madera, otra por la cerámica. El proyecto tenía tres elementos: en primer lugar, llevamos actividades de divulgación allí, que luego ampliamos organizando talleres para los maestros de escuela locales. De esta forma, pudimos crear canales de comunicación con estos profesores, proporcionándoles material astronómico e intercambiando contactos para futuras interacciones.

La tercera parte, que para mí fue la más innovadora, consistió en organizar talleres con los adultos de la comunidad. La gente a menudo se pregunta para qué sirven as universidades, si no les importan los problemas de la vida real, así que en esta parte del proyecto tratamos de entender cuáles eran los problemas reales de esta comunidad y si algún departamento de la universidad podría ayudar, por ejemplo, en la agricultura o el manejo del agua. Fue un gran éxito: la gente participó en las actividades de divulgación y el intercambio de información funcionó muy bien. Desafortunadamente, después de esta primera fase, llegó la pandemia, así que, como todo lo demás, este proyecto ahora está en el limbo, pero el plan es volver allí y tratar de traer soluciones para abordar estos problemas.

¿Cuál fue la reacción a estos proyectos por parte de los investigadores universitarios?

En México, a la mayoría de los científicos les gusta participar en actividades de difusión. Evidentemente siempre hay alguien a quien no le interesa, pero suele ser fácil encontrar gente que participa con mucho gusto y sobre todo a los alumnos les resulta muy estimulante. Entonces yo diría que la respuesta fue muy positiva. En el proyecto “Intercambio de conocimientos” involucramos a personas de diferentes departamentos: fue una actividad interdisciplinaria, por lo que los astrónomos podían hablar sobre su tema, pero no era obligatorio para ellos involucrarse en los talleres con la comunidad. Podían, si querían, pero no tenían que hacerlo. Este proyecto en particular se llevó a cabo en colaboración con los investigadores en ciencias sociales y fueron ellos los que participaron principalmente en la conversación. Creo que la interdisciplinariedad es realmente útil en este sentido: es una gran ayuda para que todos puedan intercambiar diferentes métodos y formas de acercarse a una comunidad.

¿Hay buenas prácticas que recomiendes o errores que hay que evitar según tu aprendizaje durante estas iniciativas?

En general, una buena práctica para la divulgación es que cada quien salga de su burbuja. A veces esto es muy difícil para los científicos: vivimos en institutos de investigación, hablamos nuestro idioma y tenemos problemas que están muy lejos de los problemas que tiene la sociedad, al menos en lo que a astronomía se refiere. Entonces, una buena práctica, en mi opinión, es acercarse a una comunidad no necesariamente en el papel de científico, sino presentando nuestro trabajo y pidiendo a otros que hablen sobre el suyo. Después de todo, todos llevamos a cabo actividades económicas, incluso la investigación es una actividad económica y también hay que reconocer la importancia del trabajo de los demás.

Hay otras dificultades que pueden surgir. México, por ejemplo, es un país muy religioso y debemos entender que cuando hablamos de ciencia con la gente no tenemos que atacar sus creencias. Es muy importante difundir qué es realmente la ciencia y cómo se basa en el método científico, pero hay que aprender dónde no exagerar, porque de lo contrario corremos el riesgo de cerrar la puerta y poner punto final a la conversación. Debemos intentar estar presentes con la mente abierta, sin renunciar a la base científica, pero sin forzar a la gente. Porque, de todos modos. no funciona.

¿Hay autores, científicos o eventos que te hayan influenciado particularmente en este camino?

Puede que sea un cliché, pero vi muchas veces la vieja serie Cosmos de Carl Sagan con mi papá cuando era niña y siempre me motivó mucho. Luego en la universidad asistí a un curso con Julieta Fierro, astrónoma y científica muy famosa por su labor de divulgación en México y en toda América Latina y también fue una gran inspiración. Pero no solo fui estimulada por figuras relacionadas con la divulgación científica, ya que crecí en un ambiente de fuerte conciencia social: mi padre es argentino y estuvo allí durante la dictadura, por lo que siempre he escuchado y leído mucho sobre la injusticia. Por eso creo que la divulgación es un canal para traer más igualdad al mundo.

¿En qué consiste tu trabajo actual en Austria?

De momento es un poco complicado, porque llegué hace poco y todavía hay muchas restricciones por la pandemia. El Instituto de Astrofísica de Viena está ubicado en un hermoso edificio inaugurado a finales del siglo XIX. No está en la periferia, pero tampoco es muy céntrico —era el observatorio de la universidad en aquella época— y todavía hay muchos instrumentos históricos, incluyendo un enorme telescopio refractor en la cúpula central. También había un museo en el edificio, que ahora se está renovando. Parte del trabajo es permitir que las personas visiten el instituto y aprendan sobre los instrumentos. También hay conferencias para el público, que han comenzado de nuevo en forma híbrida ya que aún no estamos a plena capacidad y, además, tenemos un planetario móvil, pero esto también es complicado dadas las circunstancias, porque es muy pequeño.

También me interesa experimentar con nuevas iniciativas y ahora estoy escribiendo una propuesta para llevar a cabo un proyecto de ciencia ciudadana y divulgación en las escuelas de Viena. Y, además, siempre animo a los estudiantes —de licenciatura, maestría y doctorado— a participar en actividades de divulgación. Y, por supuesto, también a los profesores. Pero creo que es particularmente útil para los estudiantes, ya que pueden adquirir muchas habilidades para su futura vida profesional.

¿Hay algo más que te gustaría decir a los colegas investigadores y expertos en divulgación, tanto en Italia como en el resto del mundo?

Como dije antes, hoy en día hay tanta información y tantos canales de comunicación disponibles que en ocasiones podemos sentirnos abrumados por todo esto. Todos piensan que su investigación es la más interesante y todos deberían escucharla, pero en mi opinión, debemos estar abiertos a escuchar lo que la gente realmente quiere saber y luego utilizar este interés para ampliar nuestra perspectiva, tratando de entender cómo acercar a las personas a la ciencia. Uno de los mayores retos para los que trabajamos en la divulgación es que siempre habrá un núcleo duro formado por individuos amantes de la astronomía que siguen todas nuestras actividades, pero también debemos pensar en cómo llegar a otras personas. Pensemos en los amantes del deporte, por ejemplo, y tratemos de buscar un proyecto para acercar la astronomía a los amantes del deporte, o la cocina, o cualquier otra cosa. Tenemos que pensar más allá del ámbito en el que ya estamos trabajando.

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