16:42 hrs. – Matteo Origoni —embajador del Diseño Italiano en México para el Italian Design Day 2022— se tituló en arquitectura en el Politécnico de Milán y desde 2011 trabaja con el estudio Origoni Steiner, con el que se dedica principalmente al diseño de instalaciones de obras con motivo de exposiciones o grandes eventos, así como al diseño de producto y al interiorismo para clientes públicos y privados.
Sus trabajos han sido publicados en numerosas revistas especializadas y seleccionados para premios internacionales.
Es profesor de Museografía en la Academia de Bellas Artes de Brera y de Florencia, de Diseño de Producto en la Academia de Carrara y colabora con el IED de Milán y con la Escuela de Especialización en Patrimonio Histórico-Artístico de la Universidad de Milán para el curso de allestimento.
Lo entrevistamos en la Ciudad de México poco después de la ceremonia de inauguración del Día del Diseño Italiano en el Instituto de Cultura de Coyoacán.
Obviamente esta no es la primera vez que vienes a México.
He estado en México muchas veces, porque tengo familia aquí. Los hermanos de mi abuela llegaron en la década de 1930 debido a las leyes raciales.
La única que se quedó en Italia fue precisamente ella, mi abuela, junto con su padre, que fue asesinado o quizás llevado a un campo de concentración junto con muchos otros familiares, no lo sabemos.
Después del final de la guerra, mi abuela con su pareja, Albert Steiner, vino a visitar a los hermanos y se quedó a vivir aquí durante 4 o 5 años, por lo que mi mamá nació en la Ciudad de México.
Y profesionalmente, ¿cuándo empezó tu relación con México?
Estuve fuera de Italia mucho tiempo. Me fui a vivir a Barcelona y de esta manera mi español también mejoró. Entonces, cuando volví a México a visitar a los familiares, lo que ya era un lugar conocido por tener parientes, definitivamente se convirtió en hogar, porque la capacidad de comunicarse fácilmente ayuda mucho.
Y así, a través de mi familia, amigos y Raymundo Sesma, a quien conocí de niño cuando él vivía en Milán, nació el contacto profesional. Luego el mismo Raymundo me invitó a un congreso que había organizado Advento en 2015 y desde ese momento pude acercarme al Instituto Italiano de Cultura y a la Embajada.
Después hicimos una exposición vinculada a la trienal, hija de una iniciativa del ministerio de Relaciones Exteriores y administrada por la Embajada de Italia en México. Produjimos y diseñamos la exposición en Italia y la trajimos aquí.
Más adelante se dio el contacto con la Universidad Anáhuac a través de Ricardo Salas, que es un gran amigo, y que sucesivamente también vino a visitarnos a nuestro estudio en Milán. De una cosa nace otra, por lo que con el paso del tiempo las oportunidades de colaboración se han multiplicado e, incluso, superpuesto.
¿Cómo definirías a Italia y México desde el punto de vista del diseño? ¿Son países similares que se complementan entre sí, o están en carriles diferentes?
En mi opinión son países muy parecidos. Ambos tienen un bagaje artesanal similar, la diferencia es que Italia, después de la Segunda Guerra Mundial, pudo trasladar este conocimiento al sector industrial y quizás México un poco menos, por obvias razones sociales y políticas... estructurales, digamos.
Pero los saberes técnico-artesanales —que son un aspecto que no puede dejar de interesar a cualquier diseñador— son muy similares. Extraordinarios, y por lo tanto también extraordinariamente similares.
Ahora que estás aquí, ¿has tenido la oportunidad de sentar las bases para futuras colaboraciones?
Realmente espero eso. En lo personal, me gustaría mucho tener una relación continua, ya que de hecho así ha sido desde 2015, aunque interrumpida por la pandemia. Estoy feliz de haber venido para el Día del Diseño Italiano, porque es una oportunidad para reconectar.
Estaría encantado de venir y dar clases y llevar a cabo actividades relacionadas con la enseñanza y colaborar con las universidades locales, algunas de las cuales son excepcionales. Y, por supuesto, si hubiera oportunidades profesionales sería genial. Una cosa que me gustaría mucho —y estoy tratando de entender si es posible— sería traer aquí la exposición que organizamos como estudio sobre la historia de mis abuelos, Albe y Lica Steiner, y que ha recorrido toda Italia, incluyendo el Museo del Novecento en Milán.
Una etapa en México de esta exposición sería maravillosa, porque aquí mis abuelos trabajaron para Hannes Meyer, el director de la Bauhaus, y porque este país los acogió, como lo hizo con los hermanos de mi abuela en un momento delicado. Es un lugar importante, no solo para mi familia, sino para la historia de Occidente: algunas naciones han abierto sus brazos a cierto tipo de refugiados y México ha recibido a otros.