«Los connacionales en el mundo adquieren la doble ciudadanía por la ineficiencia de la red consular»

«Los connacionales en el mundo que sufren por la ineficiencia consular adquieren la doble ciudadanía»

14:01 hrs. - Lo sucedido en el Senado la semana pasada y en repetidas ocasiones durante la 18ª legislatura demuestra que el andamiaje moral y material de la República Italiana comienza a tambalearse. Cada vez es más evidente que el sistema en el que se basa la organización del Estado italiano ha llegado a una especie de cita con la historia. Lo mismo ocurre con el sistema democrático, construido en respuesta a nuestra historia prerrepublicana, a cuyas raíces liberales, igualitarias y unitarias nos vinculamos fideístamente. A diferencia de algunos períodos emocionantes del pasado reciente, que contribuyeron al crecimiento económico progresivo y al avance sociopolítico de nuestro país, ya no podemos ignorar los retrasos de una organización descuidada del Estado italiano impregnado de fuertes límites con respecto a los cambios radicales ocurridos en Europa y en Occidente recientemente al hacer frente a los efectos de la emergencia social, ambiental y, lamentablemente, también económica causada por la persistente guerra en Ucrania. Por diversas razones el mundo ha cambiado profundamente y están surgiendo nuevos desafíos para definir y construir perspectivas futuras de gobernanza. En nuestro país, sin embargo, persisten usos y costumbres que minan la credibilidad adquirida con el apoyo de figuras representativas que han contribuido a diseñar su alto perfil moral y profesional. La brecha existente entre las posibles energías nacionales no expresadas y las incrustaciones estructurales sistémicas persiste, es amplia y ya no justificable si se es parte integrante de una civilización de referencia.

Las actuales condiciones geopolíticas del orden mundial exigen una reubicación de nuestro país acorde con el espíritu que movió la cautivadora visión europeísta en la posguerra que desembocó en la firma del Tratado de Roma, sobre el que se asienta la futura orientación de la construcción europea, capaz de señalar una perspectiva programática unitaria diferente dentro de la cual hacer crecer un nuevo liderazgo incluyente de los pueblos, capaz de contener y redistribuir las riquezas materiales e inmateriales. Ante las evidentes incertidumbres, la pregunta que muchos se hacen hoy es: ¿hacia dónde va Europa y cuál es el papel de Italia? ¿Los italianos en el extranjero, que representan el 10 por ciento de la población, se lo preguntan aún más, para saber claramente cuáles son los intereses que aún los mantienen vinculados a nuestro país además de los aspectos de identidad y amor a la patria. Estas preguntas necesitan respuestas claras y el compromiso de nuestros gobernantes, con el fin de corresponder y empatar los derechos y deberes de los connacionales que residen fuera de Italia.

Esta fase difícil de confusos intentos de construir un nuevo orden nos interpela y nos empuja a reflexionar sobre los horizontes y las reglas del proceso de avance europeo y sobre la integración de los italianos, incluyendo los del extranjero, en las futuras configuraciones de la UE y del resto del mundo. Sobre las incertidumbres se juega en gran medida el partido de las democracias italiana y europea, llamadas a utilizar 700 mil millones de euros en los próximos años para modernizar las estructuras y las administraciones públicas y avanzar en el nivel de los derechos comunitarios. En este contexto, la política exterior de nuestro país deberá jugar un papel protagónico. La piedra angular que puede ejercer la diplomacia italiana a través de la red diplomático-consular está fuertemente condicionada por las vicisitudes políticas nacionales. Corre el riesgo de perder brillantez y dinamismo frente a la alta escuela de la Farnesina, que en el pasado lució significativamente con ministros y embajadores de renombre, reconocidos y reconocibles. Junto a ellos, por los mismos méritos y con sincera gratitud, debe interpretarse el peso que ejercen nuestros connacionales en el exterior, que se han convertido involuntariamente en protagonistas y embajadores de Italia. Sin quere caer en la retórica, aún hoy en día este criterio de medición puede ser observado en todo el mundo.

La influencia ejercida por los italianos en el mundo en apoyo del Sistema Italia debe ser apoyada, actualizada y respaldada por servicios eficientes y sencillos, por lo que está directamente relacionada con la capacidad individual y la profesionalidad de los hombres y mujeres que sirven en la red diplomático-consular. Esta se ha convertido en la frontera más allá de la cual sólo se distinguen los actos heroicos individuales de algunos diplomáticos. La red diplomático-consular en el exterior está en problemas, desde hace años registra un retroceso de la maquinaria de servicio que se ha visto agravada por la emergencia sanitaria. El sistema ha implosionado porque los recursos humanos ya no son suficientes para responder a los usuarios y a las solicitudes de los servicios solicitados y herramientas disponibles son adecuadas para atender las necesidades de un número cada vez mayor de connacionales. Las normas y reglamentos están desgastados, los engranajes que hacen girar la red diplomático-consular en el exterior se han atascado, corroídos por una legislación arcaica, a tal punto que despiertan en los ciudadanos una profunda apatía y rechazo, burla e inquietud que marcan una distancia enorme hacia las representaciones italianas.

Por estas razones, muchos connacionales que sufren por la ineficiencia consular adquieren la doble ciudadanía. Este indicador de malestar recalca la necesidad de una rápida y profunda revisión organizativa y modernizadora del sistema vigente dentro de la Farnesina, que debe impulsarse para promover una mejora en la oferta cultural y comercial capaz de contemplar también el papel protagónico de los ciudadanos italianos en el exterior, su enriquecimiento cívico, social y cultural útil al país, a la interacción con nuestras instituciones de la misma forma en que lo ofrece la administración en el Bel Paese.

Entre los temas más críticos está el aspecto salarial, que distingue a los funcionarios metropolitanos en las áreas administrativas de los contratados localmente. La diferencia se percibe en particular en los países de gran emigración italiana. En países como Bélgica, Alemania, Suiza o Argentina, las oficinas consulares y embajadas no cuentan con sufieciente personal porque el costo de vida es alto y los salarios, como el valor monetario del euro, resultarían inadecuados. Por lo tanto, muchas oficinas están sufriendo por la falta de empleados, lo que provoca la necesidad de una modificación pragmática de las normas contractuales, sin la cual será difícil mejorar la oportunidad y la calidad de los servicios consulares.

A lo largo de los años, la contratación de empleados locales que cumplan con la legislación del país de residencia ha sido una solución a esta dificultad, pero con el tiempo también ha producido efectos cuestionables. Las desigualdades salariales presentes entre los empleados permanentes y los contratados localmente en el ejercicio de las mismas actividades generan discriminaciones injustificables: los ajustes salariales en períodos críticos para los empleados contratados localmente, cuando no son aplicados oportunamente, afectan las relaciones laborales. Este es el caso de los empleados locales que trabajan en Suiza, quienes han han sido testigos de una depreciación del valor monetario de sus salarios en un 20 por ciento en tan solo unos años. Este es sin duda uno de los puntos que requieren flexibilidad legislativa de entrada y de salida para salvaguardar la profesionalidad y la continuidad de las relaciones laborales.

Michele Schiavone
Secretario General del CGIE

Patronato ITAL Messico
Associazione Italiana di Assistenza IAP
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