La diseñadora Beatriz Biagi: «Aprendí la italianidad y ahora la enseño»

La gemóloga Beatriz Biagi: «Aprendí la italianidad y ahora la enseño»

18:05 hrs. – La VI edición del Italian Design Day se cerró en la Ciudad de México el domingo 10 de abril con una kermesse en el Parque Lincoln durante la cual se desarrollaron diversas actividades relacionadas no solo con el diseño, sino también con la cultura, la gastronomía, el turismo, la música y el cine del Bel Paese.

La diseñadora italiana Beatriz Biagi, quien en los días previos había impartido en el Campus Anáhuac Norte de la capital mexicana un taller titulado Diseño e innovación de la joya, impartió una conferencia en la que describió a los protagonistas que mejor representan la innovación de la joya en la escena internacional subrayando, además, algunos de sus elementos de competitividad y aspectos culturales fundamentales.

Nacida en la Ciudad de México, pero residente desde hace varios años en Italia, Biagi es consultora y docente en la Scuola d'Arte e Mestieri de Vicenza, apasionada de la innovación de la joya, sus materiales y tecnologías, así como de su contexto de uso en las diferentes culturas.

Desde que fundó Beatriz Biagi Design al inicio de los años ’90, ha colaborado con empresas e instituciones como consultora de diseño, Art Director Product Manager en Asia, Europa y el continente americano. Es mentora de marcas emergentes a 360° para la realización de piezas únicas, capsule collections y líneas de producto, desde la definición del concepto hasta la vitrina de venta.

La entrevistamos al final de su exposición.

Algunas marcas que usted mencionó durante la presentación ya no son italianas. ¿Afecta esto a los productos?

Las empresas que adquieren las grandes marcas italianas lo hacen porque conocen su valor. Por lo tanto, no las quieren desfigurar: buscan conservar la esencia, la historia y el diseño. Lo que a veces cambia es la amplitud del rango de acción para llegar a nuevos mercados o la incisividad a través de mayores inversiones.

¿Cuáles son las posibilidades de colaboración entre México e Italia en el campo de la joyería?

La maquinaria. Aquí en México hay mucha necesidad de ella, junto con nuevas tecnologías, impresión 3D, desarrollos de proyectos a nivel digital. También los acabados, pero para este aspecto se necesita mucha capacitación y colaboración con la gente que trabaja, los artesanos, y no siempre es fácil. A veces los encargados están en zonas de difícil acceso o las empresas fabricantes no entienden ciertas diferencias. Para estos detalles, que son muy sutiles, es necesario tener un ojo entrenado, fruto de una educación de la capacidad de observar, que se consigue a largo plazo. Pero a corto plazo podemos ayudar mejorando los procesos de producción y, para eso, la tecnología italiana es la mejor del mundo y podría ser determinante para algunas empresas.

Usted está hablando de un nivel de especialización que México aún no ha alcanzado. ¿Por qué Italia ha logrado llegar más lejos?

Italia se encuentra en un nivel altísimo no solo en joyería, sino también en diseño, muebles, textiles, estilo de vida... incluyendo el café. Empecé mi conferencia hablando de café, no por casualidad. En Italia la búsqueda de la calidad y la excelencia es innata, lo que no quiere decir que tenga que ser caro o complicado. Incluso en la sencillez, en las cosas cotidianas, como tomar café, pero tomándolo bien.

Cuantas veces no discutimos si el ragú hay que hacerlo con leche o con vino, o si el café es mejor en Nápoles, pero solo en ese bar, porque tiene un agua particular, si la cafetera debe tener una temperatura determinada, si no, no sale bien. Todos buscamos el bar donde más nos gusta el capuchino, porque ahí está el barista que lo prepara de cierta forma… Más allá de la atención a los turistas, nosotros, dentro de nuestro día a día, buscamos siempre lo mejor.

Es una situación cultural que se encuentra en el ADN, una búsqueda de la belleza en el sentido italiano, que incluye rectitud, armonía, proporciones, equilibrio. Los orígenes de esta actitud se remontan al clasicismo helenístico, pasando por el Imperio Romano y la aportación de muchos otros pueblos que se asentaron en la península, como los etruscos y los fenicios, hasta alcanzar un nivel de gusto más democrático con el Renacimiento.

Digo esto porque, en ese período, ciertamente se desarrolló el lujo y la búsqueda de la perfección, pero para una gran parte de la población: la clase media que nació y creció en esos siglos. A diferencia de Francia y España, donde las excelencias se reservaban solo a la nobleza y el rey, en Italia este movimiento se llevó a cabo a un nivel más generalizado.

Llevamos siglos trabajando en este sentido y en las plazas vemos obras de Bernini, da Vinci y Miguel Ángel. Yo tenía veinte años cuando llegué a Italia, así que conscientemente me di cuenta y reconocí este aspecto. Cuando naces y creces en el Bel Paese, se da tan por sentado que ni siquiera lo notas. He trabajado en varios proyectos en los que explico a los italianos lo que significa la italianidad, porque yo la aprendí. Aunque también tenía cultura italiana en mi familia, nací aquí, en la Ciudad de México, una metrópolis con otros cánones, otros sistemas.

Después de años de experiencia laboral en el diseño de joyas en Italia y otros países, obviamente pude profundizar y aprender muchas cosas. El mundo de las gemas, la fabricación, la tecnología es, incluso dentro de su elegante simplicidad, de una enorme sofisticación.

En comparación con la “democracia del gusto” italiana que acaba de describir, ¿pueden las desigualdades sociales de México frenar el desarrollo del diseño?

No, no es así. Es la peculiaridad de la cultura italiana la que busca la belleza. El descuido del refinamiento en México existe con la misma intensidad en diferentes niveles socioeconómicos. No es la desigualdad social y económica lo que marca la diferencia. En Italia, la búsqueda de la perfección se lleva a cabo en todos los niveles e incluso aquellos con pocos recursos son exigentes. Es un aspecto que va más allá de lo que una persona puede tener: es una estructura cultural heredada durante siglos y que existe, me atrevo a decir, sólo en el Bel Paese.

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