05:59 hrs. - Según la famosa carta de Plinio el Joven a Tácito, la erupción de Pompeya habría ocurrido entre el 24 y el 25 de agosto del año 79 d.C. Pero el día más probable en el que realmente tuvo lugar una de las mayores catástrofes de la historia es otro.
Casi dos mil años después del episodio que destruyó gran parte del territorio de la aldea fundada más de 600 años antes por individuos provenientes de las tierras del Egeo, un grupo internacional de investigadores volvió a analizar el evento para ofrecer una visión integral y de última generación sobre el conocimiento de la erupción más famosa de la historia, empezando por la fecha real en que ocurrió.
La integración entre el estudio de campo, los análisis de laboratorio y la relectura de fuentes históricas permitió seguir en el tiempo todas las fases de la erupción, desde la cámara de magma hasta la deposición de las cenizas en zonas muy alejadas del Vesubio, encontrando rastros de ella hasta en Grecia.
El estudio The 79 CE eruption of Vesuvius: a lesson from the past and the need of a multidisciplinary approach for developments in volcanology, publicado recientemente en la prestigiosa revista Earth-Science Reviews, fue realizado por el Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología (INGV) —el organismo italiano de investigación para el estudio de los fenómenos que tienen lugar en el interior de nuestro planeta— en colaboración con el Instituto de Geología Ambiental y Geoingeniería del Consiglio Nazionale delle Ricerche (IGAG-CNR), el Centro Interdepartamental para el Estudio de los Efectos del Cambio Climático (CIRSEC) y el Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Pisa, el Laboratoire Magmas et Volcans de Clermont-Ferrand (LMV), Francia, y la School of Engineering and Physical Sciences (EPS) de la Heriot-Watt University de Edimburgo, Reino Unido.
La investigación se realizó como parte del proyecto de investigación Pianeta Dinamico financiado por el INGV.
El grupo de investigadores multidisciplinares recogió y analizó críticamente la vasta producción científica disponible sobre la erupción, integrándola con nuevos análisis.
«Nuestro trabajo examina con un enfoque amplio y multidisciplinario distintos aspectos de la erupción del 79 d.C., integrando datos históricos, estratigráficos, sedimentológicos, petrológicos, geofísicos, paleoclimáticos y de modelado de los procesos magmáticos y eruptivos de uno de los eventos más famosos y devastadores que afectaron la zona volcánica napolitana», explica Mauro A. Di Vito, vulcanólogo del INGV y coordinador del estudio.
«El artículo» –añade– «parte de la redefinición de la fecha de la erupción, que se habría producido en el otoño del 79 d.C. y no el 24 de agosto como se hipotetizó en el pasado, y continúa con el análisis vulcanológico de sitios cercanos al volcán para luego progresivamente trasladarse hasta miles de kilómetros de distancia, donde se encontraron rastros de la erupción en forma de ceniza fina».
«Desde el siglo XIII, la fecha del 24 de agosto ha sido objeto de debate entre historiadores, arqueólogos y geólogos, porque es inconsistente con numerosas evidencias», dice Biagio Giaccio, investigador del IGAG-CNR y coautor del artículo.
«Como, por ejemplo, los hallazgos en Pompeya de frutos típicamente otoñales o las pesadas túnicas que vestían los habitantes que no concordaban con la fecha del 24-25 de agosto», explica Giaccio.
Sin embargo, la prueba definitiva de la inexactitud de la fecha surgió hace solo cuatro años. «Una inscripción en carboncillo en la pared de un edificio en Pompeya que traducida afirma: El decimosexto día antes de las calendas de noviembre, se entregó a la comida de manera desmedida, lo que indica que la erupción ciertamente ocurrió después del 17 de octubre», continúa Giaccio. Il sedicesimo giorno prima delle calende di novembre, si abbandonava al cibo in modo smodato, indicando che l’eruzione avvenne certamente dopo il 17 ottobre», continua Giaccio.
La fecha más acreditada es, por lo tanto, el 24-25 de octubre.
A la investigación se integró la evaluación cuantitativa del impacto de las fases individuales de la erupción en las áreas y los sitios arqueológicos cercanos al volcán.
«El espíritu de nuestro trabajo fue comprender cómo un evento del pasado puede representar una ventana hacia el futuro, abriendo nuevas perspectivas para el estudio de eventos similares que pueden ocurrir de aquí en adelante», continúa el volcánólogo y coautor de la investigación Domenico Doronzo. «Este estudio, por lo tanto, permitirá mejorar la aplicabilidad de los modelos de pronóstico, desde los precursores de los fenómenos hasta el impacto de los diversos procesos eruptivos y deposicionales y también podrá contribuir a reducir la vulnerabilidad de las áreas y las numerosas infraestructuras expuestas al riesgo volcánico, no solo cerca de la erupción, sino —como nos enseña este evento— incluso a cientos de kilómetros de ella».
«En los últimos años se ha vuelto cada vez más importante comprender el impacto de las erupciones sobre el clima para poder estudiar el origen y los efectos de algunas variaciones climáticas breves. Sin embargo, aún no sabemos mucho —ni con la resolución adecuada— acerca de las condiciones climáticas en el momento de la erupción del año 79», comenta Gianni Zanchetta, profesor de la Universidad de Pisa y coautor de la investigación..
«En este trabajo tratamos de recopilar todos los datos disponibles sobre las condiciones climáticas regionales en el momento de la erupción para intentar desarrollar una primera síntesis» —comenta Monica Bini de la Universidad de Pisa— «con el fin adicional de encauzar la investigación futura sobre este aspecto, que todavía tiene muchos lados oscuros».
Los resultados de la investigación recibieron el aprecio de algunos de los protagonistas de la volcanología mundial como Raymond Cas, profesor emérito de la Facultad de Atmósfera Terrestre y Medio Ambiente de la Universidad de Monash en Australia: «La erupción del Vesubio del año 79 es una de las más emblemáticas en el campo de la volcanología física», dice el conocido investigador australiano. «Las observaciones sobre esta erupción» —agrega— «así como los innumerables estudios sobre depósitos y la interpretación de los procesos eruptivos, son la base de muchos de los conceptos y comprensión de los mecanismos de erupciones explosivas en la volcanología moderna. Por lo tanto, una revisión de lo que se sabe sobre este fenómeno y sus depósitos es muy importante para los volcanólogos y justifica la elaboración de un documento completo y articulado, como este artículo. Los autores ciertamente deben se felicitados por los detalles extremadamente completos, extraídos de la enorme documentación histórica y la literatura científica contemporánea sobre esta erupción icónica».
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