«El estudio de los totonacos en México es el proyecto de mi vida»

«El estudio de los totonacos en México es el proyecto de mi vida»

17:24 hrs. - Hace unos días entrevistamos a Luisa Villani, investigadora italiana residente en México desde 2013.

Tras obtener un doctorado en Estudios Mesoamericanos, con mención honorífica, realizó un postdoctorado en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM de septiembre de 2021 a agosto de 2023, además de postularse como candidata al Sistema Nacional de Investigadores, el organismo que reúne en México a los científicos más prestigiosos del país. Es coordinadora del seminario internacional Cognición Cultural y profesora del programa de especialización en Antropología, donde imparte cursos de neurociencia, lingüística y antropología cognitiva. Además, recientemente completó sus estudios de Licenciatura en Lingüística en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

«Vivo en México desde hace 10 años», explicó a Puntodcontro la investigadora napolitana. «Vine aquí» —agregó— «porque quería empezar mi doctorado en la UNAM ya sea en Ciencias Antropológicas o en Estudios Mesoamericanos. Al final me incorporé a Estudios Mesoamericanos, inicialmente con un trabajo sobre máscaras teotihuacanas y mexicas, que sin embargo luego cambió y prácticamente se convirtió en el proyecto de mi vida».

«Ahora, de hecho, continuo con esta iniciativa que tiene como objetivo la investigación sobre la cultura totonaca, un pueblo indígena mesoamericano que vive principalmente en los Estados de Veracruz, Puebla e Hidalgo. Comencé a trabajar con ellos para entender la figura del Huracán y cómo este fenómeno afecta las tierras donde viven, un evento que se repite con frecuencia. En mi tesis analicé, además de los aspectos meteorológicos, los relativos a la divinidad del Huracán y los relatos míticos vinculados a esta figura a través de algunos personajes, entre ellos Tajín y Aktziní».

«También en la tesis doctoral» —prosiguió Villani— «hay un capítulo que trata de la danza de los voladores, es decir, personas que se lanzan desde un poste de 30-35 metros de altura y llegan al suelo, girando atadas a una cuerda, dibujando una espiral en el aire. Se trata de un ritual complejo con múltiples características semánticas, que involucra no sólo el vuelo en sí, sino también las fases rituales previas y describe toda la riqueza de este pueblo en una de las expresiones más espectaculares de la cultura tradicional mexicana, que hoy ya se ha convertido en un punto de atracción para muchos turistas».

«Este tema, visto desde un punto de vista etnográfico y lingüístico, es también el tema central de mi proyecto postdoctoral, recién concluido en el instituto de investigaciones antropológicas de la UNAM».

«Estoy intentando desarrollar un método basado en la lingüística, la antropología cognitiva y la neurociencia para comprender los significados que los intérpretes atribuyen a sus danzas y cómo los comunican al público».

«Todo ello basado en el concepto de embodied cognition, que estudia la relación entre mente, cuerpo y entorno. Para ayudarme a profundizar esta investigación he retomado una antigua pasión mía, la lingüística, y desde hace algunos años también las ciencias cognitivas».

«Ya he publicado artículos sobre danza en Anales de Antropología y Mexicon, The Journal of Mesoamerican Studies y, además, estoy escribiendo sobre el método cognitivo y preparando un libro sobre los voladores, centrado en algunas expresiones dancísticas propias de la Sierra Papanteca —que comprende los municipios de Coxquihui y Zozocolco en el Estado de Veracruz—, que desaparecieron hace más de 30 años, antes de que pudieran ser estudiadas».

«El texto contendrá una comparación con expresiones similares en Guatemala, que también están en peligro de extinción. Por lo tanto, el objetivo también será intentar ayudar a las comunidades a recrear estas tradiciones antes de que sea demasiado tarde».

«Este año en la revista Arqueología Mexicana coordiné la publicación de un número dedicado al papel del guajolote en la danza de los voladores en las fuentes prehispánicas y coloniales, su domesticación y su llegada a Europa e Italia a principios de el siglo XVI. La investigación fue presentada, con Elena Mazzetto y Marco Guardo, tanto en el Instituto Italiano de Cultura en la Ciudad de México como en la Embajada de México en Roma».

¿Por qué vino una italiana a México a estudiar a los totonacos?

«Yo también me lo he preguntado varias veces» —respondió Luisa— «y no estoy segura de ello, por qué debería reconstruir mi árbol genealógico, pero vi que hay muchos descendientes de italianos en Veracruz y tal vez haya un hilo que nos une a esta región, porque la primera vez que vi el Tajín me enamoré del sitio arqueológico y de los totonacos».

«Cada vez que vuelvo a hacer trabajo de campo allí es como si estuviera en la Italia campesina de mis abuelos y me recuerda a mi infancia. Quizás sea esta cercanía de pensamiento y autenticidad de la gente la que me llevó a interesarme por su cultura, lo cual no estaba en los planes. La idea nació porque conocí un baile, el de los Santiagueros en Pantepec, en la Sierra Norte de Puebla, introducido en el Totonacapan durante la Colonia y que conmemora la victoria del Santo Santiago sobre los moros y el islamismo. Con el paso de los siglos, los agricultores mexicanos adaptaron su significado y coreografía para representar la batalla anual de la planta de maíz contra la ola de calor del verano. Dado que estos ritos están relacionados con el viento y la lluvia, de ahí surgió la idea de estudiar otras expresiones de las deidades acuáticas aztecas, que anteriormente habían sido el tema de mi tesis de especialización en Roma. Por lo tanto, en lugar de hablar de Tláloc, describo la visión de las culturas actuales, como la totonaca, con respecto a los fenómenos atmosféricos».

De izquierda a derecha: Ana Bella Pérez Castro, Polo Valiñas, Luisa Villani, Gabriel Espinosa y Elena Mazzetto.

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